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Estoy de acuerdo con ustedes: igual es algo precipitado proclamar que el fin del imperio vučićniano está próximo, pero tenía que escribir algo bestia para que la gente picara: ahora se hace así en los periódicos populistas de ultraderecha.

En fin; bromas aparte: igual le quedan a Vučić muchos cartuchos aún, pero de lo que no cabe duda es de que su posición, que parecía indestructible, se ve por primera vez amenazada. Que el mandatario serbio, intocable por mucho tiempo, decidiera adelantar nada menos que dos años unas elecciones parlamentarias que había ganado con holgura, da que pensar. Cuando el río suena, agua lleva. Vamos allá:

El 8 de noviembre pasado el presidente serbio Aleksandar Vučić disolvió el Parlamento y convocó elecciones parlamentarias y municipales. Importante es resaltar lo siguiente: Serbia presenta un sistema político presidencialista, como Francia o Estados Unidos. Es decir: no es ahora cuando se elige a otro presidente. Vučić  puede estar tranquilo…o no, o de momento. Porque, si los resultados son demasiado malos, su presidencia estará comprometida. Y no goza de la popularidad más absoluta después de años de protestas por utilizar la violencia para hacer(se) propaganda política… y la gente ya venía calentita desde 2019.

EL SISTEMA POLÍTICO SERBIO

El sistema serbio es, más o menos, como sigue

– Poder ejecutivo: el Presidente/a de Serbia y el Gobierno de Serbia

Serbia es una democracia presidencialista. Esto quiere decir, grosso modo, que el Jefe del Estado se elige aparte y tiene más poder que en un modelo más en la línea parlamentaria, donde los diputados del parlamento eligen al presidente del gobierno (creo que la política España desde finales de julio algo de eso nos enseña). El cargo de presidente  contiene unas atribuciones mucho mayores que en países como como España (Jefe de Estado: el rey o la reina de España, hoy Fernando VI) o en Alemania (Presidente de la República Federal de Alemania, hoy Frank-Walter Steinmeier). El primero, por aquello de ser rey, es posible que suene más al público; en cuanto al segundo,  el Bundespräsident Steinmeier es muy posible que pocos fuera de Alemania conozcan su existencia. En cualquier caso, tanto el rey de España como el presidente de Alemania no pintan gran cosa en el poder ejecutivo: mandan más bien poco, aunque por protocolo en una foto, por ejemplo (salvo codazos de Trump a quien no le guste) son la máxima autoridad.

En Serbia, como en Estados Unidos, Francia o Brasil, por citar algunos ejemplos, el jefe del Estado tiene muchas más atribuciones. Según la web de la presidencia de Serbia (y su Constitución), las atribuciones/responsabilidades del presidente (predsednik) incluyen (no se pretende ser exhaustivo ni llevar a cabo aquí un estudio sobre las funciones constitucionales del predsednik serbio):

  1. Representación de Serbia en la esfera internacional. El texto dice que «representa la unidad de Serbia». En otro país quedaría simplemente rimbombante, pero la cuestión en Serbia no es nada baladí teniendo en cuenta el contencioso de Kosovo, territorio que Serbia sigue considerando una provincia suya.
  2. Proponer al candidato para Primer Ministro al ser elegido un nuevo gobierno: es lo que pasará tras las elecciones parlamentarias de diciembre
  3. Puede devolver leyes promulgadas para que sean reconsideradas en ciertas circunstancias.
  4. Disolver la Asamblea Nacional (Cortes generales, Parlamento. En Serbia se llama Narodna Skupština) y convocar elecciones…según la propuesta del Gobierno. Pero el gobierno, teniendo en cuenta que es del mismo partido que Vučić, no va a hacer otra cosa que la que su predsednik diga, así que ya me dirán. Disolver el parlamento es lo que ha llevado a cabo Vučić este noviembre de 2023.
  5. Promulgar decretos y llevar a cabo nombramientos. También decretos para la promulgación de leyes
  6. Nombra y retira embajadores.
  7. Otorga condecoraciones y nombra, promociona y destituye a oficiales del Ejército de Serbia.
  8. Puede decretar estados de emergencia
  9. Convoca elecciones parlamentarias (en ello estamos justo ahora)
  10. Otorga amnistías y nombra diversos funcionarios.
  11. En lo militar, como el rey de España o el Presidente de los EE.UU., ostenta el mando supremo de las Fuerzas Armadas y tiene la potestad de nombrar nombrar, promover y destituir oficiales del Ejército.

 

El presidente de Serbia se elige en unas elecciones presidenciales para un mandato de cinco años. El actual es, como ya se ha mencionado, Aleksandar Vučić, elegido en 2022. Le queda cuerda y tiempo.

– el Gobierno de Serbia (Vlada Republike Srbja): una ministra de armas tomar

Está encabezado por una —en este caso— primera ministra o presidenta del gobierno (Predsednica Vlade).  Digno de mención es destacar que dicho cargo está ocupado por Ana Brnabić, abiertamente lesbiana. Ello no tendría por qué ser noticia. Sin embargo, contradicciones de la vida: Serbia cuenta con unos altísimos índices de homofobia, con gran rechazo social y una iglesia ortodoxa en contra (por cierto: organizó una furibunda y masiva manifestación contra el desfile del orgullo gay  y se produjeron incluso llamamientos por parte del mismo obispo de Belgrado a tomar las armas contra la «amenaza» del colectivo LGTBI+) para. Sus leyes protegen -en teoría- los derechos de las personas LGTB+, si bien de manera limitada. Por citar algunos ejemplos: el género no binario no está reconocido, al igual que el matrimonio homosexual o la adopción por parte de parejas homosexuales, que es ilegal. La opinión pública mayoritaria en Serbia, por ejemplo, no ve con buenos ojos una pareja homosexual, tener un vecino homosexual, padres homosexuales o en general aceptación del hecho. Vamos, que lo de Ana Brnabić tiene mérito.

Por lo demás (¿he dicho que no es mi intención analizar el sistema de gobierno serbio en esta entrada?) y quitando esta curiosidad, el modelo presidente-primer ministro, como se ha dejado dicho, no tiene nada de especial si lo comparamos con otros países de nuestro entorno.

– Poder Legislativo: la Asamblea Nacional (Narodna Skupština)

Es el que va a renovarse el mes que viene (diciembre de 2023). El poder legislativo es unicameral; es decir: sólo tiene un congreso de los diputados, representantes o como se dé en llamar en cada país. No tendría, por ejemplo, un senado como en EE.UU, Alemania o España (crucial ahora por el asunto de la aprobación o trabas con respecto a la ley de amnistía). Este sistema es propio de países normalmente pequeños y poco poblados, aunque no siempre.

Las elecciones de diciembre de 2023: locales y parlamentarias anticipadas

Hay tres tipos de elecciones (entre otras), a saber: las presidenciales, donde se elige al jefe del Estado: no es el caso y Vučić, quien continuará siendo el predsednik… en principio. En segundo lugar, las parlamentarias: se elige al poder legislativo, el parlamento (250 diputados). Son las elecciones de diciembre. Por último, las elecciones locales, donde se eligen los alcaldes de las ciudades  municipios.

En esta ocasión, adquieren relevancia fundamental, pues puede suceder que cambien de manos importantes ciudades como Belgrado, lo que podría  anunciar – o no- un cambio de tendencia en Serbia, gobernada de manera incontestable por Vučić desde 2017, aunque es posible que su influencia sobre el anterior presidente Toma Nikolić  era un secreto a voces; más, si tenemos en cuenta que Vučić  era el que controlaba el partido de ambos (Partido Progresista Serbio, SNS).

Con todo, que el predsednik haya decidido hacer coincidir los comicios locales con los legislativos constituye un indicio claro de que no está del todo tranquilo. Como se verá a continuación, su partido -y, por ende, su gobierno- están sometidos a un gran desgaste y su popularidad cae por momentos. No le salió bien la jugada de instrumentalizar la violencia para fines políticos. El antecedente de Polonia, con una victoria de la oposición, podría pesar bastante. Como en dicho país, todo indica que la coalición gobernante liderada por Vučić , volverá a ganar, aunque la cuestión es si con mayoría suficiente para seguir 8ºimponiendo su rodillo. La coalición de gobierno está integrada por el Partido Progresista de Serbia (SNS) cuya cabeza es Vučić, y el Partido Socialista de Serbia (SPS, heredero de la Liga de los comunistas de Serbia, fundado por Slobodan Milošević), liderado por el ministro de exteriores Ivica Dačić. Nota: pese a las palabras «progresista» y «socialista» que incluyen las denominaciones de las dos formaciones políticas y por mucho que sus líderes se definan como tales, la longitud de onda de sus espectro político está más en el centro-derecha, la ultraderecha, el populismo y, por supuesto, el (ultra)nacionalismo. Prueba de ello es el acercamiento a Viktor Orban por parte de Vučić  en los últimos tiempos, y su buena sintonía con la Rusia de Putin. Esta coalición en el poder lleva tiempo sufriendo reveses y protestas. Vučić   ha conseguido sortearlos…por el momento. Pero la inadecuada respuesta a los episodios de violencia mortales acaecidos en mayo de este año y la incendiaria gestión del contencioso de/con Kosovo pueden marcar un punto de inflexión.

Por ello, ha disuelto el parlamento y convocado elecciones anticipadas parlamentarias y municipales para el 17 de diciembre. Por consiguiente, se trata de unos comicios, más que adelantados, adelantadísimos (tocaba el 30 de abril de 2026). Las últimas habían tenido lugar en 2022, coincidiendo con las presidenciales. No obstante, la limpieza del proceso electoral fue dudosa: la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) alertó sobre ello. Es lo habitual en un país en el que Vučić y su gobierno controlan de manera descarada los medios de comunicación: según algunas encuestas,  casi la mitad del de la población no considera que las elecciones fueran limpias.

En sus alocución al público serbio, el líder serbio incidió en los tiempos difíciles y los intereses de Serbia. Etc. etc. Muchos serbios, escarmentados, no se fían ya de tal cantinela porque, cuando se habla de proteger los intereses de Serbia, suele ser para darse autobombo. Y  la gente anda ya más harta. Mejor dicho: si por lo general  Vučić  es un tipo aceptado hasta ahora, la gente se muestra cada vez menos dispuesta a tragar los excesos vučićnianos. Su neopopulismo ultranacionalista, antieuropeo y prorruso, en la línea de Vïktor Orban, deriva hacia un régimen que va soltando lastres democráticos  korak po korak como dirían los serbios (paso a paso) para elevarse en lo que muchos análisis cualificados llaman democracia híbrida o régimen en transición; para entendernos: no es una democracia plena. Ya van demasiados informes y puede sucedes que la gente esté más dispuesta a leerlos. Ello puede movilizar a votantes vučićistas más bien apáticos —que son muchos— quienes pueden cambiar el sentido de su voto. la aludida apatía es comprensible en Serbia. Una UE que siempre tiene algún conejo de la chistera para retrasar la adhesión, una Rusia y un Putin que, realmente, tienen predicamento entre la población. No podemos pensar en términos occidentes cuando hablamos de Serbia: más de un ruso o ucraniano prorruso me ha dicho cómo se le inflamaba el corazón cuando, en un partido de fútbol del  Crvena Zvezda (Estrella Roja) ondeaban banderas con los lemas Kosovo je Srbija («Kosovo es Serbia», un lema que todo serbio conoce hasta la saciedad y con el que se suele estar de acuerdo) y Donbas je Rusija (Dombás es Rusia) una identificación que alude a la hermandad entre los dos países, aun cuando tal hermandad no es tan real como proclaman Moscú y Belgrado.

Volvemos a las elecciones: a nadie se le escapa que lo que realmente quiere Vučić  es ganar tiempo, pues tiene varios frentes abiertos, siendo Kosovo el más decisivo de ellos. Además el espinoso asunto es parte del contenido de las exigencias de la UE a Serbia en el marco del camino de la adhesión a la UE. Vučić no ha hecho los deberes, le faltaba tiempo haciendo propaganda de sí mismo y gestionando las protestas callejeras. La UE le va a regañar, está claro. Y mejor presentar algún tipo de tarea, aunque no sea demasiado pulcra, que afrontar un invierno caliente de protestas que desemboque en una pérdida de la mayoría cuanto toque. Ya hizo algo parecido Pedro Sánchez tras las elecciones de mayo de 2023. Un paseo triunfal de Alberto Núñez Feijóo hasta las elecciones de diciembre era una agonía lenta que no es buena para nadie, por lo que el presidente español jugó una carta parecida que la que guarda el  predsednik serbio: una especie de moción de confianza: pueblo, dime que me quieres.

El fin de la (relativa) tranquilidad

La comodidad —veremos que bastante relativa, si bien bajo (relativo) control— de que de disfrutaba el predsednik serbio empezó a hacer (de nuevo)  aguas en mayo, cuando se produjo algo que se sabía que podía ocurrir por lo caldeado de la situación.  Se estaba generando un clima de violencia al que muchos medios de Vučić no son ajenos por el contenido que publican.

Violencia

El 3 de mayo de este año un estudiante de 13 años mató en un colegio de Belgrado a 10 personas, casi todos niños. La trágica jornada no había acabado. Cerca de la capital: poco después,  un joven de 21 años asesinaba 8 personas. Vučić   en principio reaccionó reforzando con miles de policías las escuelas y limitó las condiciones para la tenencia de armas. En principio, bien.  Es cierto que poner más policías es más un parche para una situación que no debió haberse producido, pero en fin, nada particular. El problema es que alguien se pasó de frenada. Y, como hemos dicho, hace diez años igual hubiera sido distinto, pero ahora la gente se deja avasallar menos y lo que siempre ha funcionado, ya no lo hace. Así,  Branko Ružić, el ministro de educación, echó la culpa de los asesinatos al «influjo cancerígeno y pernicioso de Internet, los videojuegos, las llamadas ‘valores occidentales‘. Además, deseaba que la tragedia no se convirtiera en una forma socialmente aceptable de comportamiento, como desafortunadamente es el caso en algunas sociedades occidentales». Lo de los valores occidentales culpables de todo, pase, nada que Vučić  y sus allegados políticos no hayan dicho hasta la saciedad, un run run que todo el mundo ve ya con indiferencia.  Sin embargo, aprovechar un asesinato que conmocionó a la población para hablar mal de Occidente es algo que mucha gente no pudo ya soportar. Ana Brnabić, la primera ministra, declaró además, para terminar de incendiar la situación, que el sistema no había fallado, que no se hubiera podido hacer nada para evitarlo. Es decir: a mí no me miréis. Mal asunto: el uno, que la responsabilidad es de Occidente, la otra, que no  es suya, que el sistema va de lujo. Mal empezamos.

Pero el sistema sí había a fallado, como veremos. Y Occidente puede estar no del todo bien visto entre los serbios, pero no tiene la culpa de todo: la opinión pública no es totalmente impermeable por mucho empeño y manipulación que ponga su presidente en tal menester.  Y, sobre todo, es de muy mal gusto y poco empático y sensible ponerse a dar la matraca antioccidental en una tragedia como la que tuvo lugar.

La oposición convocó una manifestación contra la violencia que acabó «degenerando» en una protesta contra el presidente. Se exigen cambios de calado

Kosovo

No vamos a remontarnos a la independencia unilateral de Kosovo, reconocida de manera dudosa por parte de la comunidad internacional, que es el principio de no poca fracción de los males. El punto de partida puede situarse en una de las condiciones que estipula la Unión Europea para la adhesión de Serbia al club europeo: el diálogo Begrado-Pristina. Es verdad que la UE no es demasiado empática: primero habla de la integridad territorial de Serbia. Luego, dice que no, para después reconocer la independencia de Kosovo. Espera que aún viene lo peor: encima, tienes que dialogar con las autoridades de Kosovo que no reconoces. Pero esto tampoco es todo. Serbia tiene todo el derecho del mundo a reclamar Kosovo y a vetar el ingreso del territorio en las organizaciones internacionales, arma que Serbia ha empleado más de una vez. Sucede sin embargo que la UE sugiere que, si Serbia renuncia a lo aludido, la UE podría promocionar autonomía para los territorios habitados por serbios étnicos en Kosovo… ¿en serio? pero la autonomía de las minorías ¿no es una principio de la UE? Por eso, pese al (enésimo)  acuerdo entre Vučić  y su homólogo kosovar, el primer ministro Albin Kurti, acordaron en marzo cómo implementar un plan de la UE de 11 puntos que del  proceso de normalización Belgrado-Pristina, si no hay voluntad, no hay voluntad. En realidad, es un poco ridículo: podría llamarse «acuerdo para tener la voluntad de pensar en poner en práctica el acuerdo de implementación del acuerdo que ya ni nos acordamos cuál es». Como decía Sabina: «esta vez, yo quería quererla querer, y ella no»: así andan, como iremos viendo.

En fin, para que perdernos en esos detalles. La cuestión es que hay que llevar a cabo un diálogo entre los dos países/territorios. Serbia no actuó siempre de buena fe, todo hay que decirlo, Pristina tampoco, con una actitud que parece empeñada en provocar a Serbia, con elecciones, en especial en el asunto de las municipalidades serbias, que compiten en ausencia de juego limpio con las del vecino serbio. Esto no ha gustado en Bruselas: la UE ha sancionado a Kosovo por tal proceder. También ha habido episodios de violencia armada entre serbios y policía kosovar. El problema es que, al otro lado está el pirómano Aleksandar Vučić, que respondía a la escalada concentrando tropas en la frontera que no reconoce y haciendo saltar las alarmas en EEUU y la UE. Luego, sobre todo si las amenazas son emitidas por Washington, se serena y retira sus fuerzas: pero ha quedado bien ante sus partidarios y votantes como el defensor de Serbia. Entretanto, la UE se queda con dos palmos de narices viendo que sus advertencias son ninguneadas.

Llueve sobre  mojado, un mini 1968 serbio (2020-2022)

En realidad, llovía sobre mojado. En julio de 2020, la chapucera gestión de la pandemia de Covid-19 y medidas polémicas como el toque de queda ya empezaron a encender los ánimos.  Además Vučić, con la pandemia de Covid-19 por bandera, comenzó a incrementar su poder a expensas del parlamento. El mencionado toque de queda fue abortado por 48 horas de protestas en las ciudades más importantes del país. Las autoridades respondieron con represión indiscriminada y uso excesivo de la fuerza (con gases lacrimógenos tan potentes que incluso provocaron la muerte de varios perros de la policía), arrestos, detenciones  (algunos manifestantes fueron acusados de sedición) y encarcelamientos arbitrarios aun cuando las manifestaciones tenían un carácter pacífico. La violencia empezó a ocupar las calles, al participar en las protestas manifestantes de extrema derecha pro-Vučić.

Las protestas continuaron durante todo 2020 y 2021, uniéndose cada vez mayores colectivos: estudiantes, profesores, actores, trabajadores, el ministerio de educación fue uno de los escenarios de las concentraciones. De ahí que el mencionado Ružić, la verdad: estaba más guapo calladito.

A estas protestas generales se sumaron aquellas contra la campaña de vacunación, o los «pasaporte covid».  Se acusaba al gobierno de la usar a la población de conejillos de indias para probar las vacunas contra el coronavirus de la empresa china CNBG. Todo ello potenciado por un arraigado excepticismo y desconfianza sobre las vacunas contra el Covid presente no sólo en Serbia sino en todos los Balcanes, siendo quizá el país de población más «negacionista» Bulgaria.

Paulatinamente, varios sectores aprovechan el clima general de protestas para reclamar. Es el caso de asociaciones de padres y madres cuyos hijos fueron sustraídos para ser dados en adopción, una situación que se da desde hace varias décadas (no actualmente) y en la que los hospitales de maternidad se limitaban a decir que el bebé había muerto sin dar más explicaciones ni documentos. . El gobierno responde con una ley de 2020, que llega con siete años de retraso, pues ya existía una sentencia en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 2013 que conminaba a Serbia a abordar el problema. Dicha ley no ofreció soluciones distintas a las de las compensaciones económicas a los padres en vez de ocuparse del problema.

Esta ebullición de manifestaciones e incluso corte de carreteras llegó también al ámbito ecologista, como aquellas contra la construcción de centrales hidroeléctricas (desde fechas como 2019) y de minas o la contaminación del aire. Hasta los trabajadores por cuenta propia tuvieron algo que decir, demandando un mejor estatuto.

Y si hay manifestaciones, vienen las contramanifestaciones o de partidarios del gobierno. El movimiento Dveri es un ejemplo: una turbamulta variopinta con alma de extrema derecha, clérigos ortodoxos y otros que organizan en 2022 la llamada «Caminata Familiar». Una marcha en la que se carga contra las leyes de uniones del mismo sexo por inconstitucionales y anticristianas. Dicho año también tiene lugar la mencionada protesta contra el desfile del orgullo LGTBQ+

Estrenándose 2022, tiene lugar un referéndum que tiene por objeto cambiar la constitución en el ámbito del poder judicial. El resultado fue favorable al «Si». A la UE le faltó tiempo para saludar el resultado, resaltando que Serbia había dado un paso para potenciar la independencia del poder judicial. Un momento: ¿independencia?¿algo que escape del control de Vučić? La tendencia es la contraria. En fin: la oposición no era de la misma opinión que la UE, y se mostraba, digamos, menos efusiva. ONG como la belgradense CRTA, arrojan conclusiones demoledoras en torno al desarrollo de la consulta: plazos muy cortos para su preparación casi en navidad y en plena pandemia, cambios de la ley a pocos días de su convocatoria, poco interés por parte del gobierno al objeto de que no se movilizara la oposición: el porcentaje de participación, debido a la falta de información gubernamental sobre el mismo, no llegó al 30%. A más inri, se detecta un número especialmente alto de irregularidades en los centros de votación, una ínfima dotación de recursos de dichos centros electorales, mesas de votación incompletas, polémica decisión de dejar votar a los serbokosovares, teniendo el cuenta que Pristina lo había prohibido. Todo ello en plena pandemia de coronavirus con la infección desbocada. Un desastre.

Además, la oposición se teme que, como sucedió en Polonia con el PiS y el Israel con Netanyahu, se pretenda cambiar la constitución no para avanzar en la independencia del poder judicial, sino más bien para sustraer al poder legislativo más atribuciones en favor del presidente del gobierno. logrando el efecto contrario al que se predica.

Todo este desfile de despropósitos generó, como se ha dicho, múltiples protestas. La policía respondió con una brutalidad inusitada, empleando incluso a la ejército en la represión de las protestas. Hubo incluso periodistas que sufrieron agresiones por la policía, aspecto que ni el ministerio de interior serbio niega; y tanto Estados Unidos como la Unión Europea mostraron su preocupación por la violencia empleada por la seguridad del Estado. En los disturbios, parece que estaba implicada, del lado del gobierno serbio, Rusia. Moscú negó las acusaciones y cargó contra Occidente, al que acusaba de querer romper la amistad ruso-serbia.

 

Con estos tan desestabilizantes antecedentes, pasaremos a abordar en la siguiente entrada las elecciones de diciembre. Valga, pues la aliteración «desestabilizantes antecedentes». Por cierto, muy al caso viene otra de Zorrilla el «ruido con que ronca la ronca tempestad». En Serbia rueda algo similar.

Por Antonio Rando Casermeiro

Me llamo Antonio y nací en Santander en 1974, aunque soy, sobre todo, de Málaga. Soy licenciado en Derecho e Historia y doctor en Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales por la universidad de Málaga y quisiera dedicarme a ello. Soy un apasionado desde pequeño del este de Europa, especialmente de los Balcanes y Yugoslavia. Me encantan las relaciones internacionales y concibo escribir sobre ellas como una especie de cuento. Soy apasionado de escribir también cuentos y otras cosillas. Desde 2013 resido en Colonia (Alemania)

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