Kosovo ya era miembro – por así decirlo- de manera parcial del Consejo de Europa (CoE), desde que en 2014 fuera admitido en dos acuerdos parciales, como el Banco de Desarrollo y de la Comisión Europea para la Democracia a través del Derecho (también llamada «Comisión de Venecia»). Este último organismo está también participado por Naciones Unidas y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
La actitud siempre autónoma de Serbia en el contencioso de Kosovo
Hace tres días (24/04/2023), dos tercios de los estados miembros del CoE decidieron que Kosovo podía pasar la siguiente fase: la sesión de votación para su admisión en la organización. Fue sin duda un hito histórico, pero no sirvió de mucho, pues Serbia votó ayer (26/04/2023) en contra de que Kosovo fuera admitido como miembro del CoE.
En cualquier caso, que Serbia vote en contra no es algo nuevo y entra dentro de lo habitual, con o sin aquiescencia de la UE: no es tan noticia. Tampoco llama tanto la atención que, junto a Serbia, votaron también en contra de la admisión de Kosovo Chipre, España y Rumanía (estados miembros de la UE que no reconocen a Kosovo), así como Hungría (que cambió su voto a última hora), Azerbaiyán y Georgia. En el lado de las abstenciones, se cuentan Grecia y Eslovaquia (que tampoco reconocen Kosovo), Ucrania, Moldavia y Bosnia-Herzegovina
Serbia perdió uno de sus más importantes apoyos el año pasado, al ser Rusia expulsada del CoE a causa de la invasión de Ucrania. Aunque tiene otros valedores como Hungría, cuya sintonía con la Rusia de Putin puede haber tenido algo que ver. Aunque el país magiar se alineó con la UE en la política comunitaria contra Rusia con motivo de la invasión de Ucrania, Budapest sigue siendo el más reacio del club comunitario a cualquier acción contra la Federación Rusa.
Algunos medios afirman que dicha actitud demuestra la nula voluntad que tiene Belgrado de ejecutar la exigencia comunitaria de «normalizar las relaciones con Kosovo» (contenido en el capítulo 35.1 de las negociaciones de adhesión entre Serbia y la UE). Dicha demanda es requisito preceptivo para que Serbia sea alguna vez estado miembro de la Unión y la misma Serbia se ha comprometido a ello. En todo caso, que un país se comprometa a lo que sea para ganar tiempo no es una práctica nueva: mejor un «sí y ya veré» que un «no» que faculte a los negociadores comunitarios a detener de inmediato el proceso de adhesión de Serbia.
Una «normalización» particular
Sin embargo, cuando se habla de «normalización», la jerga comunitaria quiere decir, en realidad «renunciar a la soberanía sobre Kosovo». Lo dicho se corrobora, entre otras ocasiones, por la propuesta de «normalización» lanzada por Alemania y Francia en noviembre de 2022, que contemplaba, sin asomo de disimulo, el reconocimiento serbio de la estatalidad de Kosovo.
En realidad, la precipitación con que se llevó a cabo el reconocimiento de Kosovo por casi todos los países de la Unión ha supuesto un tiro en el pie por parte de la UE, que no sabe como salir del atolladero en que se ha metido.Considero que hubiera sido menos problemático adoptar algún tipo de vía intermedia para no irritar a Belgrado quien, con tal de no perder el territorio -tipo amplísima autonomía, algo parecido a lo que contemplaba la S/RES/1244- podía haber mantenido a Serbia en una posición más constructiva y colaborativa.
Serbia fue responsable de excesos en los años 1990 en Croacia y Bosnia (al igual que otros contendientes, no se trata de una competición) y no se cuestiona ni la brutalidad ni los atropellos a los derechos humanos de la represión serbia en Kosovo en 1998 y 1999 , del mismo modo que los hubo por parte del Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK). No obstante, la forma en que se llevó a cabo el proceso de reconocimiento de la independencia de la antigua provincia serbia no siguió los cauces acostumbrados (lo cuento en esta entrada), lo que mantiene a Serbia en una lógica falta de colaboración. Y así viene siendo desde hace lustros. No cabe extrañarse ahora.
Ahora, Belgrado y Pristina están (aún más) enrocados. Kosovo, por su parte, acusó a Serbia de violar el reciente acuerdo Ohrid de marzo de este año ya que el artículo 4 estipulaba que Serbia no votaría en contra de la admisión de Kosovo en una organización internacional (ver aquí). Empero, esto es algo que a nadie sorprende (al menos de manera no oficial): Serbia nunca ha votado nada que implique reconocer por activa o por pasiva la independencia de Kosovo. Para añadir más leña al fuego Vučić, el presidente serbio, deja caer veladas amenazas a los países que han votado a favor de la admisión del Kosovo en el CoE, insinuando que pagará con la misma moneda a países que «no respetan la integridad territorial de Serbia». Cómo se materializarán tales «avisos» se desconoce aún.
Uno por otro…
La UE, por su lado, efectúa sucesivos reproches a la falta de entendimiento entre Kosovo y Serbia y lo llama «círculo vicioso». La cuestión tiene muy difícil solución…no es que no se quieran entender, es que son intereses excluyentes: Belgrado no va a reconocer a Kosovo. De igual manera, Pristina va a trabajar en la medida de lo posible por entorpecer todo lo que suponga un retroceso en su reconocimiento. La posición de Kosovo es más precaria de lo que parece. Hay demasiados países de peso en la esfera internacional que se oponen al reconocimiento (China, Rusia, la India, Brasil, Indonesia, Irán, Sudáfrica) Basta con que se dé un hecho concreto y significativo o un cambio de coyuntura para que, del mismo modo que se dio una cascada de reconocimientos en 2008, se dé otra de retiradas del mismo. Ya ha pasado: son nueve o diez países los que se han retractado del reconocimiento otorgado en su momento. Bien es cierto que son potencias poco influyentes, pero siempre se empieza por algo. Hemos de suponer que la diplomacia kosovar trabaja a toda máquina para conjurar este tipo se situaciones, y la serbia de igual modo pero para lo contrario.
Sea como fuere, la cuestión parece entrar de nuevo en un bucle del que nunca se acaba de salir: para el 2 de mayo, el presidente kosovar, Kurti y su homólogo Vučić tienen una nueva reunión en Bruselas en el marco de la (enésima) ronda de conversaciones Belgrado-Pristina (con mediación de la UE). Todo apunta a que las delegaciones de ambos llegarán con los ánimos más bien caldeados: en la línea habitual. Esta vez le toca el turno a Kosovo; previsiblemente, bloqueará uno de los puntos del día del encuentro: las municipalidades de mayoría serbia en Kosovo, otro asunto decididamente espinoso.