Esta entrada es una actualización de la anterior
Resulta curioso que los grandes periódicos españoles toaran de manera tangencial la noche electoral polaca. Puede afirmarse que son unos comicios decisivos para Europa. Desde luego, para muchos polacos, fueron las elecciones más importantes desde 1989. El ruido de fondo de la guerra en Israel-Gaza -o más propiamente, la expedición de castigo israelí a Gaza ha ensombrecido -de igual modo que «lo de Ucrania». Según la Gazeta Wyborcza, quizá el medio más importante de Polonia que resiste la presión del gobierno de PiS y Konfederacja, los resultados muestran una victoria clara de la oposición, formada por Plataforma Cívica (KO), del exprimer ministro y expresidente del Consejo Europeo Donald Tusk, la coalición de centro derecha Trzecia Droga («Tercera Vía«, partido agrario y otros, como se explicará), proeuropeo) y Lewica (izquierda). La participación ha sido altísima y la población, en especial en Varsovia, se ha volcado para impedir otro gobierno populista de ultraderecha.
Junto a estas elecciones parlamentarias, se celebraba también en Polonia un importante referéndum de importancia capital en el manejo de la inmigración, cuyas condiciones se endurecen. Nadie, ni siquiera Donald Tusk, está libre de mostrarse comprensivo con respecto a la inmigración. Tal referéndum necesitaba una participación mínima que los polacos, del mismo modo que afluyeron en masa a las urnas y batieron el récord de participación de 1989, ignoraron el referéndum, neutralizándolo mediante la no participación en el mismo. El partido que organizaba la consulta, el PiS, había puesto de quorum un discutible 50%, que no llegó a materializarse. Abogaban, de igual manera, por restablecer los controles fronterizos (Polonia es en el V4 pionero en esta acción y tiene aventajados alumnos). La coalición gobernante, formada por PiS y Konfederacja ya estaba empezando a cobrar por el alojamiento a los refugiados ucranianos y, en especial el segundo partido, pretendía que la asistencia polaca a Ucrania tuviera un precio: el de contratos preferentes para las empresas polacas en la reconstrucción de Ucrania /también tiene sus seguidores, lo veremos). Muy populista tal medida en tanto que, sí: Polonia gastó bastante dinero en la acogida de refugiados, pero no se dice -qué olvido más tonto- que la UE había reembolsado a Polonia gran parte de dichos gastos.
Es de resaltar el heroísmo de muchos polacos, que han aguantado en muchos casos hasta dos horas o más para votar. También he conocido a muchos en Alemania que se han desplazado ex professo a Polonia para poder votar en unas elecciones que se antojaron fundamentales para cortar una deriva autoritaria del país eslavo que amenazaba con dejar a la UE con una frontera desguarnecida de valores europeos. Los vecinos no son cualesquiera: Bielorrusia, Ucrania, Rusia. Esta última puede complicar mucho las cosas si actúa contra estratégica franja de corredor de Suwalki. La toma o bloqueo por parte rusa puede dejar a los tres estados bálticos a merced de la Federación Rusa y su belicoso líder Vladimir Putin. La experiencia de dichos estados no es muy buena: en 1940-41, la URSS las ocupó y anexionó. En 1991 fueron los primeros en salir de la Unión Soviética.
Por todo ello, La UE, Europa y el mundo necesitan revulsivos como el practicado por los polacos en las pasada cita electoral, en un momneto en que los vientos democráticos no corren sin obstáculos en Europa. Gracias al resultado de las urnas, el autoritarismo, el anti LGTBI+, la homofobia y la corrupción se mantienen de momento a raya. Europa y el mundo necesitan algo así, porque no corren precisamente buenos tiempos para los valores democráticos, con una gran incertidumbre mundial. En este sentido, también es de destacar la voluntad de muchas mujeres que acudieron en masa a votar contra la misoginia y el machismo de la coalición en el gobierno. Lo he visto personalmente: desde distintos países, todas han sido un poco activistas. Esta ilusión o compromiso lo percibo reforzado con respecto a por ejemplo hace cuatro años. Entonces cundía la desilusión, el «nada se puede hacer», por mucho que, como mujeres, no estuvieran a gusto con la peligrosa deriva que su país transitaba. Ahora ha sido distinto. No están especialmente entusiasmadas con Donald Tusk, pero saben que no queda otra. De momento, el candidato de la oposición ya discute con la UE el desbloqueo de los fondos comunitarios para Polonia que la UE había impuesto al país como medida de castigo por sus muchos ataques a los estándares democráticos. Es la primera medida para reorientar hacia Polonia hacia la Unión Europea, tarea que tras ocho años de gobierno PiS-Konfederacja no va a ser fácil.
Después de la alegría, la formación de gobierno no será coser y cantar
En cualquier caso, el cargo de primer ministro de Tusk no parece una empresa ya culminada. Evaporada la euforia de la noche electoral, el fantasma del transfuguismo deja caer su manto. Recuperado el PiS del varapalo, han pasado a lo práctico, buscando apoyos en la amalgama de partidos que derrotó al gobierno, bien sea mediante promesas, bien mediante amenazas. También podría darse lo contrario, que algunos diputados del PiS, de sensibilidad menos ultraderechista, den su aval a Tusk.
Otro elemento más juega en contra de Donald Tusk: el presidente de Polonia, Andrzej Duda es -como el Rey en España- quien llama al candidato con más posibilidades de ser investido y, de momento, ya ha dicho que tiene dos nombres para ocupar la jefatura de gobierno: el opositor Donald Tusk y el actual primer ministro del PiS, Mateusz Morawiecki, quien no tiene apoyos. No, no hablo de España en septiembre de 2023 con nombres difíciles de pronunciar: seguimos en Polonia. La única diferencia es que Duda es un aliado tradicional de Morawiecki. Manejar los tiempos es importante pues, a tenor de la constitución polaca, el presidente (Duda) es el competente para convocar una sesión parlamentaria dentro de los 30 días posteriores a las elecciones. A partir de ahí, tiene 14 días para nombrar un candidato para primer ministro; otros 14 días después, tiene lugar la sesión de investidura. Lo dicho implica que, si no hay un acuerdo rápido entre KO, Trzecia Droga y Lewica, Duda mantendrá a la coalición de gobierno el resto del año. De ahí que se insista en que, al menos se llegue a un acuerdo rápido entre dos de esos partidos para que Duda no dude -disculpen el chiste, estaba al caer- y el presidente polaco, de natural proclive al PiS, no tiene muchos atisbos de sí mismo (es decir, de duda: ya sí es el último, prometido). Ya con los otros partidos ya se verá, pero hay que darle algo al presidente.
El «ya se verá» mencionado no es cuestión baladí en absoluto. Toca el «que hay de lo mío: las condiciones de los partidos para investir primer ministro a Tusk arrecian. La izquierda quiere ampliar los supuestos de aborto, los de la derecha, lo contrario; los agraristas quieren también lo suyo. Y el campo polaco es muy de PiS: no los alteremos.
Habemus gobierno: ahora es cuando de verdad se va a liar
Y en fin, ya ha pasado todo. Habemus gobierno. Como en España, las complicaciones no habrán hecho más que comenzar. Duda tiene poder de veto, lo que puede complicar mucho la situación a un gobierno de Tusk sustentado por diversas formaciones y siempre sumido en negociaciones para la más mínima labor legislativa. El poder de veto de Duda sólo puede sortearse con los tres quintos de los votos: la oposición no los tiene.
En cualquier caso, la cuestión no es sólo externa (que Tusk pacte con los diferentes partidos las diferentes iniciativas legislativas); tiene su vertiente interna. Y es aún más enmarañada:las dinámicas internas de los partidos (o coaliciones de partidos) destinados a constituirse en socios de gobierno de la Plataforma cívica.
Trzecia Droga es, en sí mismo, otra coalición de partidos. Polonia 2050 y el Partido Popular Polaco, más escorado al centro derecha y en principio más inclinado a no votar las iniciativas de la izquierda en torno a rebajar la muy estricta ley del aborto del PiS.
En cuanto a la izquierda, Lewica, estamos ante otra alianza de múltiples partidos, un batiburrillo de lo más variopinto cuyos componentes frecuentemente chocan en las más diversas cuestiones: Nowa Lewica (nueva Izquierda), Lewica Razem (Razem, «Izquierda Unida»), el Polska Partia Socjalistyczna, PPS o Partido Socialista Polaco), el Unia Pracy o Partido del trabajo, Socjaldemokracja Polska (SDPL) o Socialdemocracia de Polonia y el Wolność i Równość (Familia y Equidad). Con sólo otear los nombres de los partidos, a su vez partes de una coalición minoritaria en la oposición, lo primero es que se pongan de acuerdo entre ellos, lo demás ya, si acaso, se estudia posteriormente.
En cuanto a las acciones de gobierno propiamente dichas, una de las promesas de Tusk estriba en procesar a todo aquel que haya cometido «crímenes contra el servicio civil«: hay varios peces gordos implicados en casos y sonados escándalos de corrupción que son de dominio público entre la población desde hace años. La lista de ilegalidades es larguísima, y la de autores, también: el propio Duda, Morawiecki y el líder de su partido (PiS), Jarosław Kaczyński, así como el ministro de justicia Zbigniew Ziobro; este último responsable de la muy polémica ley del sistema judicial que ha valido a Polonia sanciones por parte de la Unión Europea por atentar contra el Estado de derecho. La lista no es ni mucho menos exhaustiva, pero puede entenderse que Duda tenga sus razones para que el nuevo gobierno no entre en el poder: lo va a torpedear como pueda.
Europa, Europa…
Los votantes polacos cortaron en seco las alas al presidente húngaro Viktor Orbán, quien, junto al gobierno polaco -ahora en funciones- lidera el antieuropeo y prorruso Grupo de Visegrado (V4). Tras la invasión rusa de Ucrania, todos los integrantes del V4 se mostraron acordes con la política comunitaria en lo tocante a Rusia: incluido, a regañadientes, Orbán. Simplemente esperaban su oportunidad para rearmarse en su antieuropeísmo. La oportunidad vino dada por la victoria -este mismo octubre, mes que parece no terminarse nunca- de Robert Fico en las elecciones presidenciales de Eslovaquia: se trata del vocero de un discurso antiinmigración, antiucraniano, antieuropeo, prorruso (da gusto, el hombre). Como Konfederacja, también quiere que las compañías eslovacas sean parte esencial de la reconstrucción en una Ucrania de posguerra. Víctor Orbán publicaba en sus redes su indisimulada alegría por la vitoria de Fico: «miren quién ha vuelto» -comentaba, pletórico-, a la vez que se mostraba «impaciente por trabajar con él». Fico formó un gobierno de coalición con partidos aún más radicales que él, como el Hlas (Voz-Socialdemocracia de Peter Pellegrini, y el conservador prorruso sin complejos Partido Nacional Eslovaco (SNS), Andrej Danko, ex militar de ascenso meteórico (por no decir «más que sospechoso») promovido por el actual ministro de defensa y amigo Peter Gajdoš. Ello le costó a Fico la suspensión de su partido por parte del grupo socialista europeo. Con dichas credenciales, no es de extrañar que Viktor Orban se muestre impaciente por platicar con él. Cuando se confirmó la victoria de Tusk en Polonia, sin embargo, aunque «también había vuelto» (Tusk fue primer ministro de Polonia de 2007 a 2014 como lo fue Fico en su país), Orbán no escribió ningún «mira quién ha vuelto». Mas bien se helaría la sangre.
Hay más aspectos preocupantes en el resto de Europa. Junto al tradicional rechazo a la inmigración que se ha descrito, repunta el racismo «antinegro» en el continente, con Alemania, Austria y Finlandia a la cabeza. La situación de la etnia gitana, por ejemplo, empeora en países como Chequia, donde nunca ha sido buena. El antisemitismo gana adeptos en Austria. Otros discípulos del V4 pasan por Eslovenia, que ha levantado controles fronterizos con Croacia y Hungría, no sea que se cuelen terroristas de Hamas. De Israel no dice nada o que «tiene derecho a defenderse», que es prácticamente lo mismo. Es la letanía cansina que muchos países de los 27 entonan.
En Serbia, diversos partidos de la oposición proeuropea han formado un frente común contra la violencia. La intención es concurrir juntos a las elecciones locales tras colaborar previamente en el parlamento. La violencia en Serbia y en Kosovo ha sido frecuentemente empleada sin disimulo por Aleksandar Vučić para obtener réditos electorales y propaganda para su gobierno. La experiencia polaca de unidad podría ser un buen incentivo para sacar del poder al mandatario serbio. Están en juego ciudades decisivas como Belgrado o Novi Sad.
En cuanto al el fiasco de la UE en el contencioso palestino, lo más grave es que, ahora que Polonia se encamina a cumplir con la UE tras un sinfín de desencuentros desde 2015, es la Unión quien falla. En primer lugar, con las declaraciones vertidas por el comisario húngaro Oliver Varhelyi, hablando por su cuenta en nombre de la UE y sugiriendo cortar la ayuda a Gaza por los ataques a territorio israelí de Hamas, suscitando una desautorización de casi todos los países de la UE. En segundo lugar, es digno de mención el patinazo diplomático que supuso que Ursula von der Leyen viajara inmediatamente a Israel a respaldar a Israel tras el ataque sufrido por parte de Hamas el 7 de octubre pasado. en dicha entrañable muestra de solidaridad con el pueblo israelí, ignoraba a los millones de palestinos que pagarán el pato en Gaza (el número de fallecidos actual más o menos oficial es de ocho mil fallecidos y un número aún mayor de heridos, aunque las condiciones en la ratonera gazatí indican que el macabro conteo no ha hecho más que comenzar). La alemana rectificó y prometió tres veces más ayuda, pero el escarnio internacional y el daño a la imagen europea ya estaba hecho, poniéndolo de relieve que el responsable de la política exterior comunitaria, Josep Borrell, le enmendara la plana, matizando que sí, que Israel tiene derecho a defenderse, pero que también hay una cosa llamada derecho internacional que se erige en uno de los pilares de la UE, que hay que aplicar siempre. Sigue repitiéndolo, porque parece que a muchos de los 27 les cuesta creerlo y habla cada uno por su cuenta, rompiendo la unidad europea y reglando a China y a Rusia muchas risas. En tercer lugar, hasta el gobierno estadounidense, tradicional aliado de Israel y que ha llevado a cabo numerosas muestras de apoyo al estado hebreo con motivo de los ataques, ha incidido en no olvidar la situación humanitaria de los civiles de Gaza, que Israel ha convertido (casi) en un gueto. Es cierto que Biden, a quien muchos recordamos cómo la esperanza antitrump, no deja de ser hijo de su padre y de su madre y que la posición estadounidense es la que siempre fue. Exasperó, en cualquier caso verle hacer sus pintos en el cuñadismo al ponerse de parte de Israel al aceptar las explicaciones de su gobierno sobre la matanza de cientos de personas en el bombardeo de un hospital en Gaza: pues parece (según asegura mi cuñado) que el cohete vino del otro lado ¿»Parece»? ¿en serio? Muy bien.
En el mundo hay muchos PiS y muchas amenazas a la democracia
Entre tanto, en Ecuador, el mismo día que en Polonia cayó derrotado el PiS, ganó las elecciones un político desconocido, Daniel Noboa, empresario multimillonario que debe casi cien millones de dólares en impuestos al fisco ecuatoriano sin que ello sea un óbice para sus votantes. Sustituye a Guillermo Lasso, que lleva seis meses gobernando en funciones, desde que disolvió el parlamento para librarse de un proceso judicial por corrupción en su contra. Todo ello en un país que era hasta hace poco uno de los más seguros de Latinoamérica y que ahora aparece golpeado por el narcotráfico, la violencia y la corrupción. Como en Polonia, la población quiere pasar página, aunque se trate de elegir a un desconocido cuyas intenciones no se sabe muy bien cuáles son.
Guatemala es el otro ejemplo: Bernardo Arévalo fue la gran esperanza del país, al derrotar en agosto a un gobierno corrupto y autoritario, al estilo de lo que sucedió el pasado domingo en Polonia, pero las élites del país le impiden ocupar su puesto y proliferan las protestas masivas de los guatemaltecos en las calles exigiendo que dejen de obstaculizar el acceso al poder del ganador de los comicios de agosto.
Por no hablar de Milei en Argentina. Con buenas conexiones con el partido de ultraderecha español Vox, comparte con eél el negacionismo de los crímenes de la dictadura argentina, como lo es el gobierno polaco del asunto de complicidad de muchos de sus nacionales en el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. De momento, perdió la primera vuelta, pero el resto de la derecha, ya sin complejos, lo está apoyando. La situación es preocupante, porque el ganador de la primera vuelta, el peronista Massa, ha sido votado como un mal menor: es el ministro de economía de la Argentina de la (hiper)inflacción que no puede presumir de buena gestión económica
It is interesting that the major Spanish newspapers only tangentially touch on such decisive elections for Europe as those in Poland. The background noise of the war in Israel-Gaza – or more precisely, the Israeli punitive expedition to Gaza – has also overshadowed ‘Ukraine issues’, which also have a bearing on how the European Union handles the conflict. According to Gazeta Wyborcza, perhaps the most important Polish media outlet resisting pressure from the PiS and Konfederacja government coalition, the exit poll shows a clear victory for the opposition, consisting of former Prime Minister and former European Council President Donald Tusk’s Civic Platform (KO), the centre-right coalition Trzecia Droga (Third Way), the pro-European agrarian party, and Lewica (left). The vote-counting in Poland is slow, so we will not yet have definitive results. The turnout was very high and the population, especially in Warsaw, rallied to prevent another far-right populist government.