Rusia despliega sobre los países eslavo-ortodoxos dos tipos de constructos: mundo ruso y fraternidad eslava. En cuanto al primero, el mundo ruso, se trata de países eslavos o que albergan minorías eslavas del espacio postsoviético. La lógica, siendo expeditivos, es la siguiente: no son ucranianos, bielorrusos o rusos moldavos: son rusos. Son míos. Me pertenecen. El segundo concepto es la fraternidad eslava. No formaron nunca parte de entidades políticas de las que Rusia formó parte, pero son eslavos. No son rusos, no son «míos», pero soy su hermano mayor y, como tal estoy por encima. Esto arrastra la consecuencia de que Moscú se molestará si alguien osa a «tutelar» el país en cuestión, que en nuestro caso es Serbia. Con respecto a Serbia, ya hemos visto que Rusia se afana en construir una versión de la historia en virtud de la cual Rusia siempre fue amigo y aliado de Serbia. Ya hemos visto en entradas anteriores  la no certeza de este aserto a lo largo del tiempo: aquí, aquí y aquí. En la última entrada, comenzamos a adentrarnos en los precedentes más inmediatos al tiempo atual y acometimos las relaciones serbo rusas durante la era Milosevic, en concreto las (primeras) guerras yugoslavas. Hoy, por fin, la segunda parte: las relaciones serbo-rusas durante la guerra de Kosovo (1998-1999), donde Rusia sí se compromete más decisivamente con Serbia…ma non troppo. Los intereses de Rusia serán lo fundamental -como viene y vino siendo habitual.

La guerra de Kosovo y la astucia de Yevgueny Primakov

Otro de los momentos decisivos de la actuación rusa es la guerra de Kosovo (1998-1999) donde destaca la labor de Yevgueny Primakov como ministro de exteriores ruso. El alto funcionario cosechó gran admiración tanto dentro de Rusia como por parte de sus rivales occidentales. Su meta consistirá en mejorar la posición rusa en el mundo, que había perdido posiciones en detrimento de la OTAN y Occidente. Y Serbia va a tener en este cometido un papel decisivo. Sin embargo, dicho menester no se logra desde una posición de fuerza que ya no existe. No se trata de superar a los Estados Unidos y sus aliados euroatlánticos -tarea imposible-, sino de fomentar un sistema multipolar, al objeto de que Estados Unidos dejara de ser la única superpotencia o, al menos, que tuviera algún tipo de contrapeso, con Rusia o China como centros de poder alternativos a Occidente. Sus pautas de actuación han creado una nueva forma más realista de concebir la política exterior: la llamada doctrina Primakov, que ni siquiera excluye colaborar con la OTAN. Su gestión del conflicto de Kosovo fue paradigmática, buscando siempre apuntalar la posición y los intereses rusos en la esfera internacional1.

Volviendo al onflicto de Kosovo, Rusia apela, por una parte, a la tradicional amistad ruso-serbia (en línea con lo ya analizado) y califica al Ejército de liberación de Kosovo (UÇK) de terroristas, siguiendo la línea serbia 2. Además, se implica, junto a Occidente, en conversaciones de alto nivel con el fin de detener la violencia y forzar a la RFY (de la que Serbia es el socio dirigente), a negociar con los albanokosovares. Formó, en virtud de ello, parte del Grupo de Contacto -iniciativa, por cierto, rusa-, apoyando la diplomacia coercitiva (sanciones, advertencia de intervención de la OTAN).

Pequeño inciso analítico: ¿recuerdan cuando la Serbia de Aleksandar Vučić se niega a aplicar las sanciones de EE.UU. y la UE -entre otros- con motivo de la invasión de Ucrania? La diplomacia serbia decía que no podía ser, porque Serbia no sanciona a un país que nunca le ha sancionado ¡maldita hemeroteca!

Seguimos: así, la Federación Rusa no se opone a las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU (S/RES) 1160 y 1199, cuyo contenido es crítico en lo que toca a la estrategia de la policía serbia contra el UÇK, en especial contra la población civil.

Primakov. Objetivo: evitar que la OTAN se venga demasiado arriba

Ahora bien, y aquí llega la parte en que Moscú si actúa como “hermano”: sin menoscabo de lo descrito, Rusia no secunda a la ONU o a la OTAN en todo caso: apoya la amenaza de intervención de la Alianza, pero se muestra renuente a su materialización, aspecto en el que los miembros del Consejo de Seguridad estaban sumamente divididos. De este modo, Rusia se mostraba en desacuerdo –y, en su caso, no apoyaba- cualquier resolución que implicara, aún de forma indirecta, el ataque a la RFY. De acuerdo con lo descrito,  proclamó que una intervención unilateral de la OTAN suponía una seria violación del Derecho Internacional, con desastrosos efectos para el orden mundial post-Guerra fría, a la vez que apostaba, siguiendo a la posición de la ONU entonces, por la integridad territorial de la RFY. En cualquier caso, la Federación Rusa se involucró en detener el conflicto, pero siempre dejando claro que tomaba la iniciativa y haciendo todo lo posible por impedir una intervención unilateral de la OTAN, una de las principales preocupaciones de Primakov porque podía implicar, de paso, una ampliación de la Alianza. Esto amenazaba el protagonismo que tenía hasta entonces, del que dan muestra iniciativas diplomáticas unilaterales, la más importante y un verdadero éxito diplomático, el Acuerdo de Moscú (16 de junio de 1998), firmado entre Boris Yeltsin y Slobodan Milošević y saludado por la UE donde, además, Occidente tuvo que admitir que, pese a oponerse al uso indiscriminado de la fuerza contra los albanokosovares, la RFY era un estado soberano y, como tal, tenía el derecho a controlar y proteger su integridad. Se desprende de aquí una interesante observación: se anticipa a la S/RES/1244 (integridad de la RFY, no independencia de Kosovo) emitida un año después.

La ambigüedad calculada de Rusia y el cansancio con respecto al “hermano menor”.

Iniciada la campaña de ataques aéreos de la OTAN propiamente dichos, el Kremlin intentó siempre trasmitir la imagen de un Milošević que busca una solución política. Y en ello se afanó la diplomacia rusa, pese a la actitud del presidente serbio quien, de nuevo mirando por su propio interés, parecía a veces torpedear la actuación rusa. Esta intensa actividad diplomática de Moscú obedece también a otras razones geoestratégicas: trasmitir el mensaje de que Rusia sigue siendo una potencia internacional activa e independiente, la única capaz -según el relato ruso- de ofrecer diálogo frente una OTAN que sólo ofrece guerra. Lo aludido se posibilita en virtud del liderazgo que ejerce Rusia en Belgrado y en toda la región y, por ende, en la seguridad europea y a escala mundial: Moscú sería, así, el único sujeto internacional capaz de arrancar acuerdos a la RFY 3. El problema para Rusia radicaba en la intransigencia de un Milošević que  pensó que podría seguir jugando con comunidad internacional como sucedió durante las guerras de Croacia y BiH: fue un error de cálculo, pues Rusia estaba seriamente comprometida en asistir al presidente serbio, pero también se trataba -sobre todo- del prestigio ruso. Por mucho que Rusia se jugara un liderazgo en la región para apuntarlo a nivel mundial, el mandatario serbio no comprendió que el Acuerdo de Moscú (1999) fue la mejor solución que se le presentaba. Una vez los diplomáticos rusos vieron que sus esfuerzos no daban resultado, comenzaron a enviar señales a Occidente. Ello se vio reflejado en el cambio de tono de la S/RES/1199 con respecto a la S/RES/1160, que hablaba de la “adopción de acciones y medidas adicionales para mantener y restablecer la paz en la región·: una resolución de tal calado sólo podía darse si Rusia no ejercía su derecho de veto en el Consejo de Seguridad.

No obstante, el Kremlin llevó a cabo una ambigüedad calculada. Por una parte, daba a entender – y es muy factible que también lo creyera- que era necesario emplear medidas más contundentes contra el régimen serbio, aunque, de igual manera, tampoco deseaba ver menguar su ascendente sobre Belgrado. Prueba de lo dicho es que los canales de cooperación de Moscú con Occidente estuvieron siempre abiertos: apoyaron a los occidentales en las conferencias de paz de Rambouillet (1999) y el proyecto de autonomía para Kosovo dentro de Serbia que propusieron los estadounidenses Madeleine Allbright y Christopher Hill. Las coincidencias con Occidente se daban en torno a forzar a Belgrado al diálogo político, contemplando el uso de la fuerza o la amenaza a la misma si Serbia no colaboraba. De esta manera, se aseguraba a Moscú un rol de primer orden en la esfera del manejo del conflicto, con lo que se incrementaba su liderazgo en la zona. Las conferencias aludidas albergaron el diálogo político entre Serbia y los representantes albanokosovares, asistidos por representantes de la UE, Estados Unidos y Rusia. Naturalmente, la última debía ejercer su rol de hermano mayor, y fue a partir de este momento en que actuó más decididamente como tal y siempre teniendo en cuenta los apuntes geoestratégicos ya expuestos. Así, aun compartiendo en esencia su posición, Rusia culpa a Occidente de representar una farsa total de diálogo, siendo en realidad un dictado occidental a Serbia. En realidad, los negociadores rusos deseaban que Serbia aceptara, pues ello constituía un éxito diplomático, en virtud del cual el Kremlin llevaba a cabo un doble juego ganador:  aliado de Serbia, por una parte, y de estado comprometido con la paz y el arreglo pacífico de controversias a nivel multilateral, por otra.  En las conferencias de Ramboullet se asiste una frenética cascada de idas y venidas de autoridades y altos cargos o diplomáticos de la UE, estadounidenses o serbios entre Belgrado y otras ciudades europeas. Los rusos repetían la visita a Belgrado, con la idea de que su mediación más próxima ente países amigos facilitaría o forzaría a los serbios a negociar con los albanokosovares. Para algunos observadores como Joschka Fischer, Außenminister alemán había, además, otros propósitos adicionales: lograr fracturas dentro de la UE, en especial en Alemania, donde las relaciones entre los miembros de la coalición gobernante eran tensas

Sin embargo, el elemento que haría a Occidente perder a los rusos fue una decisión no demasiado acertada de la secretaria de estado estadounidense, Madeleine Albright: introducir en los acuerdos una de las principales demandas de los albanokosovares, el referéndum de independencia. Rusia, con razón, se sintió ninguneada y, como en la Gran Guerra, la única opción que le quedó fue apoyar a Serbia, más por conveniencia política que por afecto hacia los hermanos serbios.

Al iniciarse la campaña de ataques de la OTAN sin el mandato de las Naciones Unidas, Rusia tiene una razón de peso -el derecho internacional- para oponerse a los.mismos.                                                                                                                                                                                                                                                       Igor Ivanov, trabajaría cinco años para el nuevo presidente Putin. Es palmario el cambio de enfoque. El nuevo titular de exteriores retornó a la retórica antioccidental de antaño, incluso bélica, una actitud que retomaría Putin y que no ha abandonado Putin la fecha. Implicó una importante consecuencia: el victimismo de Rusia con respecto a la OTAN. A tenor de lo dicho, y siempre según esta idea, la Alianza siempre ha ido contra Rusia.  Lo descrito se utilizaría en Georgia en 2008 y en Ucrania desde 2014 y durante la invasión de Ucrania desde 2022, y sin solución de continuidad, por lo que parece.

No obstante, a finales de los 1990 fue sólo eso, retórica. Por mucho que Moscú dejó entrever la posibilidad de intervención o de envío de armas a la RFY, su perspectiva era bastante complicada, pues venía de una crisis financiera el año anterior y necesitaba los créditos occidentales. Ivanov puso en marcha, eso sí, una serie de gestos de ”fuerza”, como el envío por sorpresa de doscientos paracaidistas para tomar el aeropuerto de Pristina, adelantándose a la OTAN y anotándose un punto decisivo en términos de prestigio, si bien todo era mucho más complicado y estuvo lejos de salir redonda la jugada: la idea con la toma del aeropuerto de la capital de la provincia serbia era servir de cabeza de puente para la llegada de una fuerza mucho mayor, quizá al objeto desplegarse en zonas habitadas por serbios, si bien Rusia hubo de rectificar y conformarse con menos efectivos. Esta claudicación enciende los ánimos de la opinión pública, donde cunde un sentimiento de humillación.

Hasta aquí se ha esbozado la posición rusa en la cual se apoya Milošević, señor omnímodo de los medios de comunicación y por ende de una opinión pública ya sensibilizada de los conflictos anteriores. Durante el mandato de Primakov, la táctica de Belgrado era la clásica antioccidental, ya declarada desfasada por el propio canciller ruso. El discurso, que casi toda la opinión pública asume, aún no siendo partidarios de Milošević, es que Kosovo es tierra santa y hay que luchar por ella. De acuerdo con esto, la campaña de bombardeos de la OTAN: 1) es una agresión injustificada, que se identifica con Estados Unidos; dicho país que ocupa el lugar de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, similar argumentario usó Putin en 2022 con respecto a Ucrania. Clinton, así,  era una reencarnación de Hitler. Dicha idea está calcada de la retórica partisana, el pegamento de todo el sistema de la Yugoslavia de Tito aplicado ahora a un país integrado sólo por dos de las seis repúblicas de entonces; 2) en consecuencia, el pueblo serbio está llamado a la unidad para hacer frente a las fuerzas del mal: antes turcos, después los nazis y ahora Estados Unidos (de nuevo la fraternidad titista); y 3) el mundo apoya la causa serbia y, especial, los hermanos eslavos ortodoxos rusos. Esto se afianza al llegar Putin al poder e iniciarse una recuperación económica rusa que le hacía depender menos de los créditos occidentales y propugnando la idea del resurgimiento de Rusia. 

 

Esta entrada es parte de mi artículo, revisado y actualizado:

LOS CONSTRUCTOS POLÍTICOS DE “MUNDO RUSO” Y “FRATERNIDAD ESLAVA” A LA LUZ DE LA INVASIÓN DE UCRANIA DE 2022: EL CASO DE SERBIA

 

Resumen:

La Federación Rusa utiliza dos herramientas para posibilitar o acrecentar su influencia, en especial en el ámbito eslavo: el “mundo ruso”y el constructo de la“fraternidad eslava”. La primera presenta dos manifestaciones: en primer lugar, la protección de las minorías rusas en un área que considera de influencia rusa (Transnistria en Moldavia, Osetia del Sur y Abjasia en Georgia, Crimea y el Dombás1 en Ucrania); en segundo lugar, al negar a ciertos Estados eslavos su carácter nacional, éstos pasan a ser considerados rusos, o una forma de serlo (Bielorrusia, Ucrania). En ambos casos, el corolario es un derecho de intervención para proteger a las minorías rusas.En cuanto a la “fraternidad eslava”, el constructo se aplica a otros pueblos que, si bien no se consideran rusos, son para Rusia “hermanos eslavos”: es el caso de Serbia, que se aborda en el presente estudio. Así, la invención de la idea de una “fraternidad eslava” secular, de protección a la nación serbia, sirve a Rusia –en especial, desde la guerra de Kosovo– para incrementar su influencia en grandes sectores de la opinión pública serbia.

Palabras clave: Balcanes occidentales, Serbia, Rusia, invasión rusa de Ucrania, mundo ruso, fraternidad eslava.

 

THE POLITICAL CONSTRUCTS OF “RUSSIAN WORLD” AND “SLAVIC BROTHERHOOD” IN THE LIGHT OF THE 2022 RUSSIAN INVASION OF UKRAINE: THE CASE OF SERBIA

Abstract:

The Russian Federation uses two tools to facilitate and extend its influence in the Slavic post-Soviet sphere: the “Russian World,” and its twin idea “Slavic brotherhood.” The first tool is expressed in two ways: first, protection of Russian minorities in an area that Russia considers its sphere of influence (Transnistria in Moldova, South Ossetia and Abkhazia in Georgia, or Crimea and Donbas in Ukraine). Second, Russia denies the national character of cer-tain states, such as Belarus and Ukraine. Instead, both are defined as Russians, or ways of being Russian. In either case, the consequence is that Russia reserves its right to (military) intervention to protect the Russian minorities.Regarding the second tool, Slavic brotherhood, this construct is applied to other peoples who are not considered by the Kremlin to be Russians, but fellow Slavs. This is the case of Serbia, dealt with in this paper. Perpetuating the myth of “Slavic Brotherhood” allows Russia—particularly since the Kosovan war—to increase its influence in large sectors of Serbian public opinion.

Keywords: West Balkans, Serbia, Russia, Russian invasion of Ukraine, Russian world, Slavic Brotherhood.

 

LES CONSTRUITS POLITIQUES DU « MONDE RUSSE » ET DE LA « FRATERNITÉ SLAVE » À LA LUMIÈRE DE L’INVASION DE L’UKRAINE EN 2022: LE CAS DE LA SERBIE

Résumé:

La Fédération de Russie utilise deux outils pour permettre ou ac-croître son influence, notamment dans la sphère slave: le « monde russe »et la validation de modèle de« Fraternité slave ». Le premier présente deux manifestations : premièrement, la protection des minorités russes dans une zone qu’elle considère comme d’influence russe (Transnistrie en Moldavie, Ossétie du Sud et Abkhazie en Géorgie, Crimée et Donbass en Ukraine) ; deuxième-ment, en déniant à certains États slaves leur caractère national, ils en viennent à être considérés comme russes, ou l’étant d’une certaine manière (Biélorus-sie, Ukraine). Dans les deux cas, le corollaire est un droit d’intervention pour protéger les minorités russes.Quant à la « fraternité slave », le construit s’applique à d’autres peuples qui, bien qu’ils ne se considèrent pas russes, sont pour la Russie des « frères slaves » : c’est le cas de la Serbie, lequel est abordé dans cette étude. Ainsi, l’invention de l’idée d’une « fraternité slave » laïque, pour protéger la nation serbe, sert à la Russie – surtout depuis la guerre du Kosovo – pour accroître son influence dans de larges secteurs de l’opinion publique serbe.

Mots clés : Balkans occidentaux, Serbie, Russie, invasion russe de l’Ukraine, monde russe, fraternité slave

 

 

Por Antonio Rando Casermeiro

Me llamo Antonio y nací en Santander en 1974, aunque soy, sobre todo, de Málaga. Soy licenciado en Derecho e Historia y doctor en Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales por la universidad de Málaga y quisiera dedicarme a ello. Soy un apasionado desde pequeño del este de Europa, especialmente de los Balcanes y Yugoslavia. Me encantan las relaciones internacionales y concibo escribir sobre ellas como una especie de cuento. Soy apasionado de escribir también cuentos y otras cosillas. Desde 2013 resido en Colonia (Alemania)

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