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El deporte es muchas veces un arma diplomática y un elemento de las relaciones internacionales como otro cualquiera. Que se lo digan a Hitler cuando organizó las Olimpiadas de 1936 al objeto (fallido) de demostrar al mundo la superioridad aria. El problema es que pasaba por allí un tal Jessie Owens, un no-ario que se llevó cuatro medallas de oro en velocidad y salto. Los soviéticos, por su parte, experimentaron el boicot de Estados Unidos y otros 65 países a los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980, en respuesta por la invasión soviética de Agfanistán en 1979. Estados Unidos también estuvo involucrado en diversas invasiones: Bahía de Cochinos en Cuba, Vietnam o Panamá, por citar algunas: pero la política es la que es. En cualquier caso, nunca ha sido ajena al deporte y es un magnífico escaparate sobre el que los países proyectan su poder blando ¿Se acuerdan de cuando China no era gran cosa en las Olipiadas y ahora compiten directamente con Estados Unidos en número de medallas?

Roland Garros, un torneo casi centenario (más que centenario si se tiene en cuenta que ya se celebraba desde 1891, aunque con el nombre de Campeonato de Francia de Tenis), no iba a ser una excepción. Las potencias y sus deportistas proclaman sus mensajes en importantes eventos que puedan tener buena amplificación. Novak Djoković deja recados y actuaciones que, muchas veces, hacen subir el pan…pero hoy ¡quién lo hubiera dicho!…me toca defender a Nole.

Nole, un deportista polémico

En el aspecto tenístico, Novak Đoković (Djoković, para los amigos)  es un dios viviente de la triada más grande del tenis mundial, con Federer fuera y un menguante Rafa Nadal. Pero cuando se aventura en otros menesteres, la cosa empieza a fallar. Vale: a muchos de los que tuvimos la suerte de seguir su carrera desde el principio nos caía simpaticón; que si imitaba a tal o cual tenista, que si le daba la raqueta a un recogepelotas queriendo decir, tras haber fallado un punto fácil «mira, juega tú mejor, que yo soy lo peor», amén de otras gracietas.

Luego, es verdad que comenzó a resultar algo cargante y, en especial, desde la polémica de su carácter antivacunas que le impidió jugar el Open de Australia en 2022. Una postura que, a mi juicio, evidenció dos cosas: 1) la primera, que nadie está por encima de las reglas -por muy Djoković que seas-, por lo que fue expulsado de Australia y se convirtió, por añadidura, en blanco de miles de memes y chistecitos que sin duda se merecía; 2) el problema de todo esto es que una cabezonería yo diría que infantil salpicó mucha metralla política en Serbia. Algunos amigos serbios me decían que, eso mismo: que qué se ha creído… pero muchos otros serbios pusieron el grito en el cielo y clamaron por lo que consideraban otro acto «antiserbio» más.  Una injusticia, un episodio más del lema victimista del «todos contra Serbia», un trasunto del putiniano «todos contra Rusia» (lo cuento aquí). A partir de aquí, la cosa se salió de madre, como diría un mexicano: el padre de Nole comparaba el particular «calvario» de su hijo con la crucifixión de Jesucristo; personalidades de la política transformaron este asunto (administrativo, básicamente) en una «lucha contra la libertad» de Serbia. El presidente del país, Alexandar Vučić, se subió al carro y politizó el asunto a su antojo, calificando a Djoković de luchador por Serbia, y ºque Serbia lucharía, así, por Novak, la verdad, y la justicia (lo contaba hace un año en el articulo «El caso Djoković: un asunto político«, de la web amiga «Mentes inquietas, un ágora del siglo XXI«). Casi podíamos imaginar al mandatario serbio dando con un sable y a caballo la orden de avance de las huestes serbias contra sus enemigos. Vučić aprovecha todo lo que le pueda venir bien para aumentar su popularidad, incluida una manifestación multitudinaria la semana pasada, debido a la conmoción causada por el asesinato de ocho niños en una escuela.

Las declaraciones de Djoković en el Roland Garrós

Quizá por todo el revuelo mediático y político que acompaña a sus declaraciones se tomó el laureado tenista demasiado en serio su labor de adalid de la causa serbia. Encima, lo dice:  no concibe un Grand Slam sin polémicas y que -es más: le motiva. La verdad es que sobraba el comentario: era una de las veces que -para mí- había dicho algo acertado o, al menos, no sancionable; por eso, estoy con el tenista en que no ha dicho nada grave. Claro está que la política lo envuelve todo y Kosovo, por ejemplo, ha pedido que se sancione al deportista serbio por sus declaraciones.

Vamos a las declaraciones.

Las declaraciones

Djoković declaró que «Kosovo es el corazón de Serbia» y que «la violencia debía cesar«. Además, en lugar de «serbokosovares», se podría usar «serbios de Kosovo».. Además, sostuvo que tenía «una responsabilidad como persona pública» y como «hijo de una persona nacida en Kosovo» de apoyar a los serbios de Kosovo.

El tenista serbio tiene todo el derecho del mundo a pedir la paz, siendo además contrario a la guerra: él mismo fue víctima de la guerra en su país, y vivió la experiencia de tener que refugiarse en sótanos durante los bombardeos de la OTAN en 1999.

Algunos apuntes sobre la cuestión:

  1. Kosovo es un territorio histórico de Serbia, una parte altamente simbólica de su historia e hito emocional intemporal a causa de la batalla de Kosovo Polje (cerca de la actual Pristina, 1389: aquí cuento conn más detalles la batalla y sus consecuencias). En ella, los serbios, dirigidos por el príncipe Lazar Hrebeljanović  (quien murió en la batalla)  cayeron derrotados por los turcos, si bien ambas fuerzas sufrieron una gran cantidad de bajas y un noble serbio pudo penetrar en el campamento del Sultán turco Murad I y asesinarlo. Con todo, los turcos podrían reponerse; no los serbios, que empezaron a sufrir desde esta batalla el lento declinar hacia  la pérdida total de su independencia. Otros estados serbios sobrevivieron a esta decisiva confrontación, pero Serbia estaba ya herida de muerte. Belgrado resistió incluso un asedio (1456) del que puso salir con ayuda de los cruzados-campesinos de Juan de Capistrano y los húngaros de Hunyadi  cayó finalmente en 1521. Además, Kosovo está sembrado de patrimonio arquitectónico inmemorial de la historia y cultura serbias, cabiendo destacar, sin ánimo de ser exhaustivo, los monasterios de Visoki Dečani, Gračanica y Peć. El último de ellos fue una antigua sede del Patriarcado Serbio en los siglos XIII y XIV, y también el XVII: centro espiritual, por tanto. Lo dicho cobra más importancia aún durante la dominación otomana, cuando la iglesia era un elemento decisivo para cohesionar un pueblo. Imaginemos que un francés ve como Notre-Dame, de repente, queda fuera de su territorio, del mismo modo que un ingles con la Abadía de Westminster o un español con El Escorial o la Catedral de Burgos: es por ello que estamos ante un asunto altamente sensible para los serbios. Kosovo no es cualquier cosa.
  2. También fue tristemente famoso por otros sucesos que contribuyeron en gran parte a la destrucción de la Yugoslavia de Tito: los años 1980 fueron testigos de un empeoramiento de la situación económica y de disturbios étnicos entre las etnias serbia y albanesa. Los primeros reclamaban aumentar los derechos que les otorgaba la Constitución de 1974 y los serbios tenían miedo de que dicha autonomía les perjudicase (muchos serbios y montenegrinos comenzaron a marcharse de la provincia autónoma serbia durante la década de 1980). La violencia se expandió exponencialmente con la represión por parte del gobierno yugoslavo. En 1987 comenzó a desintegrarse Yugoslavia (siendo este incidente uno de tantas causas)  hubo víctimas serbias y allí fue enviado Milošević como pirómano a un incendio. El entonces líder de la Liga de Comunistas de Yugoslavia se erigió en defensor de los serbios, que sin duda pasaban por una situación complicada, pero exhibió un discurso ultranacionalista que anticipaba las sangrientas guerras de los años 1990. Esto le garantizó su ascenso político, y en 1989 el ya presidente de la república Socialista de Serbia (dentro de la RFSY) volvió a Kosovo, con motivo del 600º aniversario de la mencionada batalla de Kosovo Polje, pronunciando el tristemente célebre discurso de  Gazimestán, donde componente ultranacionalista serbio aumentaba en potencia y se arrengaba a las masas: se dice que un millón de serbios asistió a los actos. El contexto estaba ya caldeado debido una procesión de los restos del arriba aludido Lazar Hrebeljanović. Ello asustó a otras etnias de Yugoslavia, como los croatas, a la Comunidad Económica Europea y a Estados Unidos, que boicotearon las celebraciones. El líder serbio invocaba una lucha no armada, aunque fue malinterpretado, según Milošević. En cualquier caso, los hechos posteriores  ponen en duda que los medios de lucha fueran solo pacíficos.
  3. Es cierto que existe violencia en Kosovo. También, que Pristina ha intentado boicotear en los últimos años las negociaciones con Belgrado -que exige la UE- con medidas que pueden ser calificadas de provocación. En abril de este año, se celebraron elecciones municipales en Kosovo, cuyos resultados son discutidos por la minoría serbia. Pristina respondió con represión indiscriminada contra manifestantes serbokosovares que intentaban impedir la toma de posesión de los alcaldes «electos». Y es que la participación fue de algo más del 3%, al boicotear los serbios las elecciones, lo que convierte cualquier convocatoria electoral en dudosa.  Tanto es así que Unión Europa y Estados Unidos (que propone además sanciones contra Kosovo) instan a repetirlas… y cuando el río suena, agua lleva, porque hasta las autoridades de Pristina aceptan la petición de nuevos comicios. La violencia fue de gran envergadura, hasta el punto de que la OTAN decidió enviar allí a 700 efectivos adiciobales de las Fuerzas de Reserva Operativas para los Balcanes Occidentales  a causa de los ataques a los soldados de la KFOR.
  4. El problema es que, desde Serbia, no se colabora en este sentido para aliviar la tensión: por una parte, el presidente serbio Vučić  aumentó los efectivos del ejército serbio en la frontera con Kosovo. Por otra parte, la primera ministra Ana Brnabić asegura que la posiblidad de un conflicto armado es cercana. Pristina, por otra parte, responde con un tweet del ministerio de defensa en la que se lleva a cabo una comparación entre Kosovo y Serbia, sobre qué país ha provocado más guerras. La UE, entre tanto, exige también desescalar un conflicto entre dos aspirantes a la UE y que los serbios dejen de boicotear las elecciones
  5. Y luego, como no, la ubicua presencia rusa en todo lo que tenga que ver con Kosovo. Desde Pristina, por ejemplo, se afirma que Serbia intenta reavivar las tensiones étnicas y que cuenta en este cometido con el apoyo ruso: tampoco han descubierto nada, pues saben cual es la posición de Rusia en la cuestión de Kosovo y que es aliado tradicional de Serbia, al menos desde hace un cuarto de siglo, pero suelen olvidar a menudo los albanokosovares que parte de la responsabilidad en las tensiones es también suya. Lo dicho se refuerza con declaraciones irrersponsables de todo tipo, como aquella, desde las filas del partido de Vučić , que llama a una «desnazificación de los Balcanes«, algo que es cuestioble que se diga en el partido de Vučić sin que el líder serbio no lo sepa y deje hacer. El exabrupto, por añadidura, es una terminología calcada de la rusa en relación a Ucrania.

 

Para terminar, Es normal que, como serbio esté en contra de la independencia de Kosovo, al que considera parte de Serbia. Lo dicho cobra más importancia si se tiene en cuenta el anómalo procedimiento con el que gran parte de la comunidad internacional amputó Kosovo a Serbia, cuando se aseguraba que, siguiendo una resolución de Naciones Unidas, se mantendría la integridad territorial de Serbia (entonces RFY).  Además, la Unión Europea exige que normalice relaciones con un país que Serbia -lógicamente- no reconoce, como condición para avanzar en el proceso de adhesión de Serbia -y Kosovo- a la Unión.

Así las cosas, no considero que Nole esté diciendo nada políticamente condenable: una cosa es apoyar  a Rusia en su invasión de Ucrania y otro asunto muy distinto es el que nos ocupa. Como serbio, no se le puede exigir que esté de acuerdo con algo que perjudique a su país, y es normal que ejerza su posición privilegiada en los medios para lanzar su mensaje político; un mensaje que no es violento. Podemos estar de acuerdo o no, pero considero que es libre de expresarse. Todo indica que la organización del Roland  Garrós no irá más alláq de un ligero apercibimiento al deportista serbio sobre la conveniencia de no utilizar el evento deportivo para enviar mensajes políticos -postura que también encuentro razonable. La cordura parece, de momento, imponerse.

 

 

 

 

 

 

Por Antonio Rando Casermeiro

Me llamo Antonio y nací en Santander en 1974, aunque soy, sobre todo, de Málaga. Soy licenciado en Derecho e Historia y doctor en Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales por la universidad de Málaga y quisiera dedicarme a ello. Soy un apasionado desde pequeño del este de Europa, especialmente de los Balcanes y Yugoslavia. Me encantan las relaciones internacionales y concibo escribir sobre ellas como una especie de cuento. Soy apasionado de escribir también cuentos y otras cosillas. Desde 2013 resido en Colonia (Alemania)

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