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Las relaciones entre Rusia y Serbia (en sus diversas formas o «acepciones» ) serán tratadas en diferentes artículos en una serie que he dado en llamar «Relaciones entre Rusia y Serbia». Sin embargo, es pertinente una entrada previa para saber exactamente a qué nos referimos cuando decimos la «Rusia de Putin» o la «Serbia de Vučić »

 

La Rusia de Putin, o “putinismo”, puede definirse como un “estado híbrido y modernitario”.

Democracia de baja calidad

Lo primero hace referencia al grado de desarrollo de sus instituciones democráticas, que no lo equiparan a una democracia plena; lo segundo, un “régimen modernitario”, puede precisarse como un “régimen autoritario que impulsa la modernización económica 1”. Ello se posibilita a través del control de los recursos naturales y de distribución de la producción. Este tipo de sistemas genera clientelismo, otorga poder excesivo a los oligarcas (en los cuales un régimen de este tipo se apoya) y conlleva corrupción generalizada a largo plazo. Sin embargo, controlando dicha oligarquía o poniéndola a su servicio, como hizo Putin, se posibilita la perpetuación -en este caso, del líder ruso- en el poder.

Democracia de «emergencia»

Dicho régimen modernitario ha tenido históricamente una función -por así decirlo- de emergencia, pues permitía un rápido crecimiento o su activación en países o zonas con situación económica complicada (tras un conflicto armado o un cambio de modelo económico, com veremos). Este es un rasgo que Rusia y Serbia comparten.

  •  La primera ha salido abruptamente de un sistema de economía planificada que fue sustituido por un liberalismo radical fallido: un paso del comunismo al capitalismo más salvaje sin anestesia; Serbia experimentó algo parecido: una crisis económica muy grave en los años  1980, seguida de una década posterior sembrada de conflictos bélicos que ocasionaron un colapso económico aún más pronunciado.
  • El caso serbio es naturalmente más atenuado que el ruso, pues Yugoslavia no tenía un sistema tan estricto en términos de planificación económica como el ruso. El presidente Vučić no puede aplicar la «solución Putin», porque una Unión Europea a la que aspira a pertenecer somete a Serbia aun estrecho marcaje. Por dicha razón, se adopta un sistema que no choque de manera demasiado frontal -ni evidente- con la UE, tal y  como sucedería si se adoptara el putinismo. Convieje más algo más «suave»: el modelo es la Hungría de Viktor  Orbán (político al que se debe el «bautizo» del término «iliberalismo», que después veremos). Así, el sistema se basa en una clara contradicción con la UE pero  jugando siempre al límite. Se va contra ciertos principios de la UE pero sin una colisión directa, guardando las formas. En cualquier caso, tanto en Serbia como en Rusia, se obstaculiza la labor de la oposición en los procesos electorales, convirtiéndolos en una farsa.

Represión del sector crítico

Tanto en Rusia como en Serbia, se actúa contra los opositores políticos. Con respecto a Rusia, no hablamos de la situación actual, donde la oposición se reprime de manera muchos menos sutil con la excusa de la guerra en Ucrania, sino de la situación previa, cuando aún se intentaba quedar bien al menos. Con todo, la lista de opositores o críticos con el Kremlin eliminados o su intento es larga2. No se han encontrado vínculos directos, pero todo apunta a la autoría del Kremlin. Sus objetivos son también periodistas, como la autora del libro cuya portada ilustra esta entrada, Anna Politkovskaya, quien fue una destacada periodista rusa que explicó al mundo  los abusos de derechos humanos y la corrupción en Rusia, especialmente en Chechenia. Fue asesinada en Moscú en 2006. El mensaje era claro, pues la periodista era una figura mundialmente reconocida en el terreno de la defensa de la libertad de prensa. En Alemania, por ejemplo, se condenó a un sicario del Kremlin por asesinar a un rebelde checheno, en Berlín y a pleno día (transmitiendo un mensaje de furia inplacable hacia los disidentes), y ha sucedido también con los supuestos -de momento-envenamientos de una periodista y una activista rusas críticas con la política de Putin y exiliadas en Alemania, hace pocos días.

Cabe hablar que las violaciones de derechos humanos son menos graves en Serbia que en Rusia, lo que no quita que en el país balcánico se hayan producido también asesinatos de políticos empeñados en cambiar el sistema. Un caso muy sonado fue  el primer ministro Zoran  Đinđić, reformista y proeuropeo que perseguía transformar Serbia en una sociedad democrática y establecer vínculos más estrechos con la Unión Europea. Fue asesinado en 2003 (Vučić no era aún primer ministro) cuando Serbia despertaba paulatinamente del aislamiento internacional que produjeron las guerras de los turbulentos años 1990.

Serbia, además, presenta diversas fallas en derechos humanos y estado de derecho, a saber: control estatal de los medios de comunicación a traveés de la compra de los mismos por personas afines al gobierno; acoso y amenazas a periodistas críticos con el régimen, así como a activistas de derechos humanos; restricciones a las manifestaciones y protestas y, dentro de estas, uso desproporcionado de la fuerza en las unidades policiales; fraude electoral (intimidación a candidatos, manipulación electoral, cuestionamiento de los resultados electorales, entre otros. Ello es, cuanto menos, chocante en un país que tiene que reunirse con los negociadores europeos para abordar la marcha de en los campos mencionados y  el avance en los mismos es requisito imprescindible para avanzar en el proceso de adhesión a la Unión: se supone que Serbia quiere ser algún día estado miembro

Referentes ideológicos
En cuanto a los referentes ideológicos, éstos también son compartidos, en no poca medida, por ambos países: en Rusia, son más notables –entre otros– el nacionalismo –aspecto que aquí se aborda–, el conservadurismo (manifestado en la ya descrita “utopía retrógrada” al analizar el concepto de “mundo ruso”) y el iliberalismo, caracterizado por cuestionar algunos de los principios y valores fundamentales asociados con la democracia liberal. Así, la libertad individual, los derechos humanos y el estado de derecho tendrían un menor peso, en favor de una visión más restrictiva de la democracia. Dicha visión se define por la concentración del poder en manos del Estado y del líder político.
En realidad, es una idea emparentada con la  “democracia soberana” de Putin. El concepto viene a decir que el crecimiento económico puede llevarse a cabo a través de sistemas distintos a las democracias liberales occidentales. En el caso de Alexandar Vučić, se traduce en constantes diatribas contra una UE a la que quiere pertenecer, una UE que pretendería –siempre según la concepción del líder serbio–, asfixiar el “ser” de su pueblo, algo muy del discurso del Kremlin.

Otro elemento similar al ruso en el caso de la Serbia de Vučić es el nacionalismo. El líder serbio viene de esa cuna política. Es un nacionalismo caracterizado por el victimismo y el “todos contra Serbia”. Así, añora la Serbia del pasado, el Estado dirigente de la Yugoslavia de Tito e, incluso, permanece impasible ante los homenajes realizados a diversos criminales durante las guerras balcánicas de los años 90 de la pasada centuria, como Ratko Mladić. Vučić no participó en dichos crímenes, pero sus declaraciones irresponsables bien pudieron dar ideas: en 1995 el hoy presidente serbio era un jovencísimo diputado de 25 años que proclamaba en el parlamento que “por cada serbio muerto, (nosotros) mataremos a 100 musulmanes” espoleando el genocidio contra los musulmanes. El precoz diputado prometía: tres años después, en 1998, ya era ministro de información del gobierno de Slobodan Milošević, cargo que implica un alto compromiso con el régimen y da cuenta de sus escasas credenciales democráticas o moderadas.

En el capítulo militar, Vučić profesa idéntica querencia por las fuerzas armadas que su homólogo ruso: si Vladimir Putin acometió una reforma y mejora de las fuerzas armadas desde 2014, el serbio no se queda atrás, aumentando el presupuesto militar y realizando apelaciones en 2022 al restablecimiento el servicio militar obligatorio, abolido en 2011.

En fin, los referentes que se dan en la Rusia de Putin tienen lugar, en menor medida, en la Serbia de Vučić, donde las pulsiones autoritarias se atemperan por un proceso de integración en la UE que lo condiciona casi todo y obliga a seguir una senda más democrática. No se esfuerza demasiado, todo hay que decirlo:  cabe mencionar, en este sentido que, desde 2021, Serbia ha sido encuadrada -según la ONG Freedom House- en el grupo de los regímenes “híbridos o en transición”, debido al descenso de Serbia en muchos parámetros relativos al estado de derecho o democráticos.

 

Esta entrada, actualizada y revisada,  es parte de mi artículo…

RANDO CASERMEIRO, Antonio Francisco. «Los constructos políticos de “mundo ruso” y “fraternidad eslava” a la luz de la invasión de Ucrania de 2022: el caso de Serbia. Foro internacional, 2022, vol. 62, no 4, p. 735-796.

https://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S0185-013X2022000400735&script=sci_arttext

La Federación Rusa utiliza dos herramientas para posibilitar o acrecentar su influencia, en especial en el ámbito eslavo: el “mundo ruso” y el constructo de la “fraternidad eslava”. La primera presenta dos manifestaciones: en primer lugar, la protección de las minorías rusas en un área que considera de influencia rusa (Transnistria en Moldavia, Osetia del Sur y Abjasia en Georgia, Crimea y el Dombás1 en Ucrania); en segundo lugar, al negar a ciertos Estados eslavos su carácter nacional, éstos pasan a ser considerados rusos, o una forma de serlo (Bielorrusia, Ucrania). En ambos casos, el corolario es un derecho de intervención para proteger a las minorías rusas.

En cuanto a la “fraternidad eslava”, el constructo se aplica a otros pueblos que, si bien no se consideran rusos, son para Rusia “hermanos eslavos”: es el caso de Serbia, que se aborda en el presente estudio. Así, la invención de la idea de una “fraternidad eslava” secular, de protección a la nación serbia, sirve a Rusia -en especial, desde la guerra de Kosovo- para incrementar su influencia en grandes sectores de la opinión pública serbia.

The political constructs of the “Russian world” and “Slavic Brotherhood” in the light of the 2022 russian invasion of Ukraine: the case of Serbia

The Russian Federation uses two tools to facilitate and extend its influence in the Slavic post-Soviet sphere: the “Russian World,” and its twin idea “Slavic brotherhood.” The first tool is expressed in two ways: first, protection of Russian minorities in an area that Russia considers its sphere of influence (Transnistria in Moldova, South Ossetia and Abkhazia in Georgia, or Crimea and Donbas in Ukraine). Second, Russia denies the national character of certain states, such as Belarus and Ukraine. Instead, both are defined as Russians, or ways of being Russian. In either case, the consequence is that Russia reserves its right to (military) intervention to protect the Russian minorities.

Regarding the second tool, Slavic brotherhood, this construct is applied to other peoples who are not considered by the Kremlin to be Russians, but fellow Slavs. This is the case of Serbia, dealt with in this paper. Perpetuating the myth of “Slavic Brotherhood” allows Russia-particularly since the Kosovan war-to increase its influence in large sectors of Serbian public opinion.

Les construits politiques du « monde russe » et de la « fraternité slave » à la lumière de l’invasion de l’Ukraine en 2022: le cas de la Serbie

La Fédération de Russie utilise deux outils pour permettre ou accroître son influence, notamment dans la sphère slave: le « monde russe » et la validation de modèle de « Fraternité slave ». Le premier présente deux manifestations : premièrement, la protection des minorités russes dans une zone qu’elle considère comme d’influence russe (Transnistrie en Moldavie, Ossétie du Sud et Abkhazie en Géorgie, Crimée et Donbass en Ukraine) ; deuxièmement, en déniant à certains États slaves leur caractère national, ils en viennent à être considérés comme russes, ou l’étant d’une certaine manière (Biélorussie, Ukraine). Dans les deux cas, le corollaire est un droit d’intervention pour protéger les minorités russes.

Quant à la « fraternité slave », le construit s’applique à d’autres peuples qui, bien qu’ils ne se considèrent pas russes, sont pour la Russie des « frères slaves » : c’est le cas de la Serbie, lequel est abordé dans cette étude. Ainsi, l’invention de l’idée d’une « fraternité slave » laïque, pour protéger la nation serbe, sert à la Russie – surtout depuis la guerre du Kosovo – pour accroître son influence dans de larges secteurs de l’opinion publique serbe.

Mots clés : Balkans occidentaux; Serbie; Russie; invasion russe de l’Ukraine; monde russe; fraternité slave

 

Por Antonio Rando Casermeiro

Me llamo Antonio y nací en Santander en 1974, aunque soy, sobre todo, de Málaga. Soy licenciado en Derecho e Historia y doctor en Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales por la universidad de Málaga y quisiera dedicarme a ello. Soy un apasionado desde pequeño del este de Europa, especialmente de los Balcanes y Yugoslavia. Me encantan las relaciones internacionales y concibo escribir sobre ellas como una especie de cuento. Soy apasionado de escribir también cuentos y otras cosillas. Desde 2013 resido en Colonia (Alemania)

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