Un momento: ¿no tenemos ya un Tribunal Penal Internacional?

Si tenemos ya un tribunal penal internacional, que precisamente se llama así (aunque con mayúsculas) ¿para qué quiere Estados Unidos que se cree otro ex profeso para Ucrania? Que sí, que las razones o la justificación que se den son loables y suenan bien: lo de rendir cuentas. Pero para eso ya está en el TPI; para algo se devanaron los sesos los que redactaron el Estatuto de Roma (se verá abajo). Pues positivo, tenemos un tribunal para eso. Pero (¡otro momento!) dicho tribunal ¿no ha emitido una orden de arresto contra Vladimir Putin? ¿qué pasa aquí? ¿para qué redoblar esfuerzos?

Evidentemente, todo tiene su lógica: Estados Unidos (junto a Rusia o China,) no son parte del TPI. A nadie le gusta que venga alguien de fuera y juzgue a una superpotencia, sobre todo en el caso de que sea a ellos mismos, claro. Por eso, Estados Unidos no vio mal los tribunales para Yugoslavia y Ruanda. Putin es un rival, también está bien, pero…a mi manera.

El objetivo de Estados Unidos es debilitar al mismo TPI. que juzguen a otros, pero no a mí. Si apoyo que Putin vaya a dicho tribunal, estoy un poco aceptándolo. Y Estados Unidos no se ha caracterizado por una actuación en política exterior absolutamente escrupulosa n lo relativo a los derechos humanos. Todos tenemos en mente Guantánamo, pero hay muchas más intervenciones del país norteamericano que no se sostienen con el derecho internacional en la mano.

Estados Unidos, Rusia y China no son rivales en algunos asuntos

Pero la política -internacional, en este caso- suele hacer extraños compañeros de cama. En este sentido, todos sabemos que Joe Biden no es Donald Trump; no admira a Putin, eso creo que está meridianamente claro, pero coincide con Rusia  -y con China, que ya hemos visto que se opone a que Putin sea juzgado- en algo fundamental: que juzguen a otros, que yo soy una superpotencia y tengo muchos deberes y compromisos internacionales. Claro que se me escapa algún exceso, pero no se puede comparar. Así, digamos, decir que Joe Biden, Vladimir Putin y Xi Jimping sean compañero de cama igual es un poco pasarse, pero sí es verdad que no le harían ascos a quedar de vez en cuando; en un banco -¡pero que corra el aire, ¿eh?!, que en teoría son rivales sistémicos;  pero tienen intereses comunes en este caso. Ninguno de los tres países, y lo mismo se podrá decir de potencias como India o Israel, aceptan que haya un tribunal internacional por encima de ellos. Todo lo contrario: les interesa, precisamente, debilitar al que hay, el TPI.

Un tribunal internacional para Putin no es dicho y hecho

Pero aún queda otro pequeño detalle: ¿cómo se haría esto? ya está, solucionado: una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, como en Yugoslavia y Ruanda. Todo cuadra… si no fuera por un caprichoso detalle: que para que se apruebe en el Consejo de Seguridad la creación de un TPIY como en Yugoslavia hace falta que todos estén de acuerdo. Ello es imposible porque en dicho Consejo tienen asiento permanente, con poder de veto incluido…¿quién? Pues, además de Francia y el Reino Unido, Estados Unidos, China y Rusia. Pues ya la hemos liado. Es imposible hacerlo por el Consejo de Seguridad, habría que hacerlo de otro modo que tiene mucho menos prestigio y nivel de obligatoriedad internacional… si es que puede decirse que las superpotencias cumplan a rajatabla lo que firman: la experiencia dice que ignoran la Carta de las Naciones Unidas cuando estiman oportuno, en especial a asuntos relacionados con los Derechos Humanos.

Entonces, vamos de nuevo al TPI:

  1. El Estatuto de Roma (que rige el TPI) es aprobado por la Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios sobre el Estatuto de una Corte Penal Internacional. Su acta final es la A/CONF.183/10 de 17 de julio de 1998 ¿que es eso? pues la «A» indica Asamblea General de Naciones Unidas, la CONF, Conferencia. En resumen: no se aprueba en el Consejo de Seguridad, que tiene más categoría, por así decirlo.
  2. Aún así, países como Estados Unidos e Israel hicieron todo lo posible por sabotear el Estatuto. Al final, Estados Unidos firmó el Estatuto pero no lo ratificó. Bill Clinton era un presidente comprometido con los derechos humanos que dedicó no pocos esfuerzos en detener la sangría yugoslava. Pero un presidente estadounidense tiene su mochila. Firmó para dejar la patata caliente a quien en breve ocuparía la Casa Blanca: Bush (el hijo, el George Walker). Por supuesto no ratificó el Estatuto; es más: comunicó a la ONU que retiraba su firma. Ahí podía haber acabado el asunto…pero no acabó ahí; durante la Administración Trump se fue aún más lejos y se decidió adoptar sanciones contra los trabajadores del TPI «responsables» de las investigaciones contra Estados Unidos, incluido el Fiscal JefeLa razón era clara: «proteger a los militares» y «defender la soberanía nacional»: esa es la clave. China alega algo parecido: no injerencia en los asuntos internos de un estado. Y es algo que Putin copió a la perfección cuando lo «citaron» a él a comparecer en el TPI en marzo de 2023 Joe Biden acabó por retirar las sanciones contra los miembros del TPI, pero ahí queda eso: cualquier administración puede cambar de parecer.
  3. Si ya hemos dicho que tanto los tribunales penales internacionales para Yugoslavia y Ruanda contaron con la aprobación del Consejo, aquí sería imposible, porque Rusia desde luego no iba a votar a favor, pero tampoco Estados Unidos o China, así que sería una Conferencia de Plenipotenciarios o vaya usted a saber que nombre le ponen. Pero en ningún caso contaría con el aval del Consejo de Seguridad.

En resumen: a Estados Unidos le interesa debilitar al Tribunal penal Internacional como institución, y sus aliados en ese empeño son Rusia y China, pero también Israel y otros estados. Por ello, está claro que Washington puede jugar la carta de presionar para que «su» tribunal penal juzgue a Putin en vez del TPI a cambio de su colaboración en otras materias, por ejemplo algo simbólico como volver a firmar -sin ratificar, eso sí- el estatuto del TPI, por ejemplo.

Por Antonio Rando Casermeiro

Me llamo Antonio y nací en Santander en 1974, aunque soy, sobre todo, de Málaga. Soy licenciado en Derecho e Historia y doctor en Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales por la universidad de Málaga y quisiera dedicarme a ello. Soy un apasionado desde pequeño del este de Europa, especialmente de los Balcanes y Yugoslavia. Me encantan las relaciones internacionales y concibo escribir sobre ellas como una especie de cuento. Soy apasionado de escribir también cuentos y otras cosillas. Desde 2013 resido en Colonia (Alemania)

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