Si es que toda visita entre estos dos países puede dejar de ser global…
Hace muy poco, Vladimir Putin realizó una visita oficial a Crimea. La fecha es altamente significativa y coincide con el noveno aniversario de la anexión ilegal de dicha península. También, este 19 de marzo, a Mariupol, una de las ciudades -y batallas- más emblemáticas de la guerra. Dos días después (21 de marzo de 2023), Xi Jinping llegaba a Rusia a entrevistarse con Vladimir Putin ¿Están relacionados dichos acontecimientos? Las visitas al territorio ucraniano ocupado -temo que deberemos acostumbrarnos a tal descripción- bien podría ser un, digamos, acto preparatorio de la visita. «Controlo mis territorios, la guerra va bien, sigue su curso». Quizá -y sólo quizá- son sabedores de que la República Popular China (RPCh) «permite» -al menos no hace movimientos en contra, que ya es bastante- la invasión de Ucrania. Más bien respalda a su aliado ruso aunque, cuando las cosas han ido mal, Pekín suele dar un paso más en su particular escala de críticas y, como se dice en el argot diplomático, “expresa su preocupación” permia iniciativas rusas. China y Moscú son aliados sistémicos, tienen formas políticas similares de comprender la gobernanza; ambos son, asimismo, rivales sistémicos de las democracias occidentales. Hasta ahí, bien, pero hay una serie de matices:
1. China, Rusia, y el principio de integridad territorial de los estados
China defiende a capa y espada dos principios consagrados del derecho internacional (luego veremos que con trampa); el principio de integridad territorial y el de no injerencia en los asuntos internos de otros estados. Ambos son de relevancia capital, pues aparecen en el Capítulo I de la Carta de las Naciones Unidas, titulado Propósitos y principios), en su artículo 2, en concreto.
Taiwán
Con respecto a la integridad territorial , la RPCh considera que Taiwan le pertenece. Su lema “Una sola China” lo deja claro. Así, no ejercer el control sobre la isla va contra su integridad territorial.
A todos nos suena Taiwan como un estado de-toda-la-vida. No en vano, es uno de los dragones asiáticos, un país muy desarrollado del que venía mucha tecnología…el made-in-china de ahora fue, para los que tenemos cierta edad (tampoco mucha ¿eh?), el made-in-Taiwan de entonces…salvando las diferencias, eso sí, porque el volumen de China como fábrica mundial no es comparable a la potencia productora de Taiwan. Sin embargo Taiwan no es como tal un estado. No está reconocido por muchos países: sólo catorce, y ninguno de ellos de mucho peso en la sociedad internacional. Estados Unidos en un principio apoyó a Taiwan (1949, una historia muy larga que no abordaremos aquí, pero aquí sí). Sin embargo, en 1971 casi todos los estados de la ONU reconocieron la legitimidad de la China comunista, que de eso se trataba, y Estados Unidos trasladó la embajada a Pekín. El presidente Joe Biden, por su parte, sigue insistiendo en que no reconocerá a Taiwan, auqneu en la práctica, como hacen la mayoría de los países, tienen establecidas relaciones «no oficiales» con Taipei. En resumen: Taiwan está en una especie de limbo jurídico…o no tanto, porque la inmensa mayoría de los países actúa como si fuera, jurídicamente, parte de la República Popular China, si bien, de facto, actúa como un estado independiente.
De acuerdo con lo dicho, y a tenor de lo difuso de la posición china sobre Ucrania, Rusia bien puede defender este principio, en tanto que Ucrania es parte de su territorio y los ucranianos, en realidad son una forma de ser rusos, en virtud de su constructo de mundo ruso (rusky mir). Pekín está criticando la violencia pero no ha «regañado» a Rusia, por así decirlo
La anexión rusa de Crimea y la invasión de Ucrania
Su posición se muestra siempre ambigua. En 2014, con motivo de la anexión de la península de Crimea mediante su correspondiente «referéndum», de muy dudosa legalidad, China se mostró «preocupada» por la situación y exigió que se respetara la soberanía, la integridad territorial y los intereses legítimos de todos los países, con una mención específica a Ucrania. Sin embargo, logró la cuadratura del círculo en su desempeño internacional: la ONU decidió elevar el asunto al Consejo de Seguridad para declarar no válidos los resultados antes de celebrarse la consulta. Lógicamente Rusia votó en contra. China se abstuvo, argumentando que, el caso de Crimea es complejo y determinado por muchos componentes históricos. Además una resolución en contra del Consejo de Seguridad no iba a ser, a juicio de la diplomacia de Pekín, la mejor forma de solucionar el asunto. De este modo, se abstuvo, lo que no constituyó óbice alguno para no reconecer la anexión de dicha península.
En lo relativo a la invasión de Ucrania, la postura de la RPCh es la de la acostumbrada equidistancia:
Por una parte, ha vuelto a expresar su «preocupación» por la situación en Ucrania, y emplaza a las partes a buscar el diálogo y a finalizar la violencia. Por otra, no condena la invasión en la ONU, pero tampoco reconoce la anexión rusa de Donetsk y Lugansk, en el este, y Jersón y Zaporiyia, en el sur.
Asimismo, propone incluso un plan de paz de su ministerio de asuntos exteriores (aquí está) para terminar la guerra en Ucrania, consistente en algo que en realidad no es nada nuevo, a saber: 1) respeto de la soberanía y la integridad territorial de todos los países; 2) desterrar la mentalidad de guerra fría, consistente en una bipolaridad en la que la ganancia de seguridad de uno de los bloques se hace en detrimento del otro; 3) cese de las hostilidades, iniciar una desescalada para evitar que el conflicto se salga de control; 4) reanudar las conversaciones de paz, incidiendo en el diálogo como única vía; 5) resolución de la crisis humanitaria , protegiendo la seguridad de los civiles; 6) protección de civiles y prisioneros de guerra; 7) mantener seguras las centrales nucleares; 8) reducir los «riesgos estratégicos», un eufemismo para hablar de guerra nuclear; 9) garantizar la exportación de cereales (Ucrania es el sexto productor mundial y parar la exportación puede provocar crisis humanitaria; 10) Detener las sanciones unilaterales; 11) mantener estables las cadenas industriales y de suministros; por último, 12) promoción de la reconstrucción en la posguerra.
Como se ve, constituye una propuesta más bien vaporosa, donde todo suena bien y puede valer como declaración programática que, salvo el rechazo a las sanciones unilaterales, todos pueden asumir: todo el mundo quiere que se proteja a los civiles (y ,si no lo quieren, desde luego no lo van a decir), que cese el fuego, que se dialogue, que se sigan exportando cereales y que se respete la soberanía e integridad territoriales. Es por dicha razón por lo que no convence a nadie: tampoco especifica cómo llevarlo a cabo.
El punto 10 (sanciones) merece especial detenimiento. China está en contra de las sanciones internacionales a Rusia pero se cuida bien de no abordar la justicia o injusticia de las mismas, se centra casi en cuestión «procedimental»: las considera unilaterales, ya que no se ha seguido el cauce correspondiente, que es el de su aprobación en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. De acuerdo con esto, no es de extrañar que no se haya optado por la vía habitual, pues tanto China como Rusia tienen un asiento permanente en el organismo mencionado. Evidentemente, Rusia no va a votar contra sí misma; y China, tampoco. La materia toca de lleno a los intereses de Pekín: Anthony Blinken, Secretario de Estado estadounidense, amenazó a China sobre las consecuencias que podría acarrear el suministro de armas «letal» o algún subterfugio para esquivar las sanciones a Rusia: posiblemente se esté refiriendo a sanciones.
2. El principio de no injerencia en los asuntos internos
También estipulado en el art. 2 de la Carta (ver arriba), conviene mucho a Pekín. Traducido: «no quiero que nadie se meta a cuestionar cómo reprimo a los uigures en la provincia de Xinjang o cómoreprimo las protestas en Hong Kong desde 2019». Aún menos, ser juzgado por una inique exceda el ámbito estatal. Aqui puede inscribirse la orden de arresto emitida por el Tribunal Penal Internacional contra Putin la semana pasada (como cuento en esta entrada) calificada por Pekín de ejercicio de doble rasero y contraria a la no interferencia en los asuntos internos salvo que el país en cuestión esté de acuerdo. Y no es el caso.
Una materia conexa de primer orden es Taiwan : es un asunto interno porque es parte de China. Las consecuencias de esto último son fáciles de imaginar: llegará algún momento en que China se proponga, de manera más convincente, la «recuperación» de la isla. En lo tocante a esta materia, Joe Biden aseguró que las fuerzas de su país defenderán a los taiwaneses, algo que, en virtud del art. 2 de la Carta de la ONU, no debería hacer.
Ergo el mensaje es: no te metas en mis asuntos y yo no me meto en los tuyos, pero, sobre todo no te metas en mis asuntos.
Putin, puede afirmar que está de acuerdo con el mencionado principio, pues Ucrania o el Dombás o incluso los territorios adyacentes que mantiene ocupados en el sur de Ucrania serían, en realidad parte de Rusia. No lo son porque la OTAN -bestia negra de Putin- consiguió que la URSS se rompiera y, con ella, el destino histórico de Ucrania, etc., etc.), pero deberían serlo, por tanto, asunto interno de Rusia.
La postura de China en torno al contencioso de Ucrania es, en resumen, equidistante y ambivalente: no se moja, pues no critica abiertamente a Putin ni a Occidente pero, al mismo tiempo, no deja títere con cabeza. Es por esta vaguedad por la que, al término de la sesión de hoy de la visita de Xi Jinping en Moscú, Vladimir pudo congratularse de la «postura equilibrada» de Pekín en torno a la cuestión ucrania.
Para terminar…
Convendría señalar dos conclusiones:
Primero: la visita de Xi Jinping a Rusia escenifica un apoyo a Putin como socio estratégico, en un momento en que la Federación Rusa -como Serbia en su momento, también a causa de una guerra- está en gran medida aislado internacionalmente
segundo: China asume un nuevo rol, mas acorde con su carácter ya no tan reciente de superpotencia internacional. Pekín se había convertido en un gigante económico sin verse reflejada tal condición en el nivel de influencia política internacional. Ello implica mayor compromiso con los asuntos internacionales, una demanda que venían pidiendo EE. UU., la UE y otras potencias decisorias a nivel global, algo que trataremos en la segunda parte de esta entrada.