Muchos hechos, pocas certezas, muchas preguntas
La presente entrada no está escrita al uso. Simplemente, y a falta de elementos para intentan lanzar una «teoría», me contento con hacerme preguntas. Se dice que siempre son más importantes las preguntas que las respuestas; y yo añadiría: «sobre todo, si no tienes respuestas». Así que, vamos adelante con este artículo a caballo entre análisis, filosofía, historia, examen del discurso e hipótesis. Es por esta razón por la que el artículo participará -un poco- del caos que acompaña a la situación de Rusia -disculpen. Lo dicho: nada mejor cuando no se tienen certezas y lo escrito puede quedar obsoleto en cuestión de horas o -peor aún- resultar rayano en la tontería. Mejor comparar y sacar conclusiones por uno mismo.
Turquía, julio de 2016, Unión Soviética y Yugoslavia, 1991
En Turquía, el 15 de julio de 2016, un grupo de militares intentó derrocar al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Durante la jornada, los rebeldes clausuraron puentes, aeropuertos y otras infraestructuras y tomaron la televisión estatal, atacando incluso edificios gubernamentales. Sin embargo, fue una chapuza. Algunos hablaron incluso de «golpe kamikaze«, porque se llevó a cabo de tal forma, que no hubiera podido triunfar de ninguna manera.
En primer lugar, no contó con el apoyo de todas las fuerzas armadas. Este punto admite varias lecturas: primero, que realmente fue tan cutre que no se aseguró de contar con el apoyo de, al menos, la mayoría del ejército o de sus sectores claves; segundo: también que muchos de los que aseguraron el apoyo se echaran atrás. Algo pasó ahí que quizá nunca sabremos, similar a la trama militar y civil del golpe de Estado en España en 1981. Siempre se escapa algo.
El segundo elemento es que los golpistas dispararon a la población, algo francamente desaconsejable si pretendes ganarte a una gente que no está del todo contento con Erdogan, pero -sobre todo- a los que estén a favor, que resultaron se muchísimos.
En tercer lugar: no se aseguraron de arrestar a Erdogan, ni de tomar el hotel donde se encontraba veraneando el presidente. La razón aducida es la siguiente: los golpistas no sabían dónde se hallaba el presidente, cuya localización es secreta… ¿y preparas un golpe sin saber dónde está el presidente? Arrestaron al jefe del estado mayor: vale, descabezan el ejército, pero nadie no es un personaje que tenga tanta influencia como Ese demostró que tenía Erdogan.
Erdogan, por su parte, lanzó al pueblo a la calle a oponerse a los golpistas, lo que fue una actitud muy irresponsable que podría haber provocado un verdadero baño de sangre: quizá era esa la intención, provocar a los golpistas para que abrieran fuego contra civiles. Pagaron la factura unas cuantas vidas; mal menor: daños colaterales.
En el fallido golpe de Estado llevado a cabo en la URSS en agosto de 1991, los golpistas no efectuaron nada parecido a una operación al más puro estilo de Homeland, vale, pero al menos Gorbachov fue arrestado en su dacha de verano en Crimea (hoy en Ucrania, ocupada por Rusia). Con carácter previo llegaron a prepararse cientos de miles de formularios de detención para proceder a una purga en toda regla, pues los golpistas de 1991 querían parar las reformas que pensaba introducir Mijaíl Gorbachov mediante el nuevo Tratado de la Unión: al menos querían impedir su firma, que tendría lugar cuando Gorbachov regresara de su dacha.
Eso nos lleva a otro punto: al menos los golpistas tenían un objetivo claro, que era detener las reformas del presidente soviético. Incluso se pensó en contar con Gorbachov para hacer llamadas al «orden». Todos sabemos que cuando alguien llega al poder, aunque sea siempre bajo la promesa de ejercerlo de manera temporal, acaba por padecer el «gusanillo» y se acaba quedando. Ignoramos qué podría haber pasado de prosperar el golpe, pero -al menos- sí se dio cierta institucionalidad y cierta justificación: Gorbachov estaba enfermo -por tanto, incapaz de ejercer su trabajo- así que Guennadi Yanáyev, el jefe de los conspiradores (llamados «Banda de los Ocho»), «tuvo que» nombrase presidente en funciones de la URSS: el pobre, casi obligado.
En quinto lugar: Erdogan siempre le tuvo ganas a la oposición, como veremos después, y cualquiera pudo sentirse amenazado, pero los golpistas soviéticos sí que sabían positivamente que iban a ser apartados del cargo. Y lo sabían bien, porque el KGB, controlado por ellos, había interceptado una conversación de Gorbachov con Boris Yeltsin y otra autoridad a nivel de república en la que se estaba planteando, precisamente, destituir o apartar del cargo a los integrantes de la mencionada Banda de los Ocho, el sector más duro e inmovilista, contrario a las reformas propugnadas en el nuevo Tratado de la Unión.
Volvemos a Turquía, 2016. La forma de llevar a cabo el golpe y su escasa planificación y previsión lo abocaban al fracaso. Salvando las distancias surge la comparación, a modo de reflexión, con la llamada «guerra de opereta» en Eslovenia, durante la llamada «guerra de los Diez Días» (1991). Todo televisado, como si estuviéramos experimentando un video juego. Hubo muertos, pero no demasiados. El Ejército Popular Yugoslavo (JNA), fuerza armada federal, que empezaba a conocerse por algunos como la «séptima república» (en Yugoslavia había 6), fue de derrota en derrota. La defensa territorial eslovena -civiles combinados con una dirección militar que era evidente que llevaba tiempo preparada- venció a unas tropas federales cuyos soldados sentían que no tenían nada contra los eslovenos; no les habían hecho nada. El JNA se retiró rápido y, muy poco después, se fletó un buque en el que metieron los restos de la institucionalidad yugoslava y sus funcionarios: Yugoslavia dejaba de estar presente en Eslovenia. Qué fácil, ¿no?. Claro que Milošević nunca tuvo nada contra los eslovenos: formaban parte de un país en el que no había prácticamente serbios. Lo que sí le interesaba al líder serbio era utilizar el territorio croata -donde sí había serbios étnicos ¿Recuerdan a Napoléon cuando utilizó el territorio español para atacar Portugal en 1808 y se quedó?
Volvemos al golpe fallido en Turquía: según la versión del gobierno turco, el clérigo Fethullah Gülen, antiguo aliado y después disidente que acabó exiliado en Estados Unidos es el culpable intelectual de la conspiración para el golpe. El religioso lidera un movimiento con muchos seguidores en Turquía, el Hizmet (aunque para Erdogan es un estado paralelo dentro del estado). Gülen no es Trotsky, a quien Stalin culpaba de todos los males de la URSS, pero lo parece, porque fue la oportunidad perfecta para llevar a cabo una purga contra los gülenistas de toda Turquía, procediendo a cerrar todo instituto o escuela de dicho movimiento y perseguir a sus miembros, a los que se encarcela. También se dirigió la represión contra más de seis mil personas pertenecientes al poder judicial y de las fuerzas armadas, incluidos militares de muy alto rango: por fin se puede limpiar el país de opositores acusándolos de gülenistas. El gülenismo se declara, además, «organización terrorista». Fethullah Gülen lo niega todo y va más lejos: se trata de un autogolpe diseñado por el propio Erdogan. Un autogolpe son palabras mayores, pero si se puede jugar a otra cosa: dejar hacer, pensando que tenía más apoyos de lo esperado: una trampa.
Rusia, 2023
Entre el 23 y el 24 de junio de 2023, el Grupo Wagner, se rebeló contra Vladimir Putin. Parece que el origen del conflicto radica en desavenencias y tensiones entre el líder de Wagner, Yevgueni Prigozhin, y el Ministerio de Defensa ruso Serguéi Shoigú en el contexto de la invasión rusa de Ucrania, así como el jefe del estado mayor, Gerasimov.
Según Prigozhin, el motín era una respuesta a una supuesta discriminación del Ministerio de Defensa hacia sus tropas. Lo acusa de ser responsable de los fracasos militares (por ejemplo, falta de munición para los mercenarios en Ucrania) y de favorecer a las élites rusas en la guerra. Las fuerzas de Wagner tomaron la ciudad de Rostov del Don y avanzaron hacia Vorónezh, Lípetsk y Moscú.
El Servicio Federal de Seguridad (FSB) inició acciones legales contra Prigozhin por incitar a una rebelión armada: todo muy legal y civilizado, como se suele hacer por allí. El presidente Putin condenó las acciones de Wagner como traición y prometió poner fin a la rebelión. Además, el lider hizo un llamamiento a los miembros de Wagner que participaron bajo engaño o amenazas a abandonar su participación en el levantamiento e, incluso, se les promete la firma de un contrato con las fuerzas armadas rusas. Después de negociaciones con el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, Prigozhin acordó retirarse y la retirada de Rostov del Don comenzó el sábado pasado (24 de junio de 2023).
A partir de aquí, cosas que cuadran poco:
- Prigozhin, con 25.000 hombres, se pasea por Rusia sin que nadie haga nada y se aproxima a Moscú. Un ejército curtido en numerosos conflictos bélicos se queda quieto -vale: no es fácil movilizar a nivel federal una fuerza así. Además, deja «desprotegida» Ucrania. Es más: ¿de verdad los servicios de inteligencia de Putin no están informados al minuto de cualquier movimiento anómalo de cualquier comandante, y más con esa cantidad de efectivos?
- Cuando Prigozhin está a punto de «tomar» Moscú (es ironía), recula y detiene la ofensiva porque «no quiere un derramamiento de sangre» pues, como si de una revelación se tratase, ha comprendido que derramar sangre rusa no es lo que pega ahora. O sea: se lanza «a lo loco» y, de repente, siente cargo de conciencia. Sin embargo, sus mercenarios operan en África, donde aspiran a ocupar el espacio dejado por la «retirada» francesa y, de paso, hacen acto de presencia para que China no piense que África es suya. También ejercen no-influencia (Rusia niega todo vínculo con Wagner) de Moscú en el continente, protegiendo las empresas e intereses rusos. Allí, en Mali, República Centroafricana, Mozambique, Chad y Libia, se prestan al mejor postor, a cambio de dinero o jugosas concesiones. Es cierto que hay un pequeño detalle: y es que la milicia tiene en su haber un largo historial de violaciones de los derechos humanos, desde torturas a asesinatos de civiles. Unos ejemplos -no pretendemos ser exhaustivos- se da en las mencionadas Mali, República Centroafricana y África en general . De más está decir que en Ucrania no son precisamente una organización humanitaria; de hecho, Estados Unidos aplica sanciones a la compañía mercenaria por atrocidades cometidas tanto en Ucrania como otras partes del mundo. Por tanto, esa responsabilidad por evitar derramamiento de sangre no es algo demasiado creíble.
- Esto es -sin duda- lo mejor: la «ofensiva» del comandante mercenario se detiene gracias a la mediación de Alexandr Lukashenko, eterno presidente de Bielorrusia; hay más: Prigozhin se refugia, se exilia en dicho país. Dos preguntas en torno a ello ¿realmente tiene Lukashenko una capacidad de árbitro como para que Putin y Prigozhin acuerden algo? ¿De verdad hace el líder bielorruso algo distinto a lo que le diga Putin? Bielorrusia es, en la práctica, un protectorado de Moscú. Quizá es una forma de dar cobertura «internacional» a algo meramente doméstico. Rusia posee sus propios estados «mediadores»: no necesita a la ONU.
- Y aquí viene otro interrogante, conectado con el anterior: ¿Prigozhin se queda en Bielorrusia? Putin lo declara un traidor ¿va a acoger Lukashenko a un traidor a Rusia contra Rusia? La política de Minsk está supeditada a Moscú. Según su nueva constitución, va a albergar incluso armas nucleares rusas en su territorio; territorio desde el que también se inició la invasión de Ucrania. Yo lo considero, cuando menos, bastante dudoso. Por cierto, tras la última entrada sobre Georgia, pensaba acometer el caso de Bielorrusia , pero me arrolló la realidad; realidad que me va a dar más trabajo.
- La Rusia de Putin no ha tenido demasiados reparos reprimir a aquellos que son críticos con él líder. La lista es larga: Viktor Yushchenko, líder de la oposición ucraniana contrario a la influencia rusa (envenenado con dioxina durante la campaña presidencial ucraniana, 2004), Alexander Litvinenko, ex agernte del FSB (envenenado con polonio-210 en Londres en 2006), Anna Politkóvskaya, periodista rusa crítica con Putín (asesinada a tiros en plena calle en Moscú, 2006), Boris Nemtsov, opositor ruso (tiroteado cerca del Kremlin en Moscú, 2015). Llama la atención, en el caso de los dos últimos, lo «ejemplarizante» de la «ejecución»: a pleno día, en la calle, cerca del mismo Kremlin. No es un piolet como el malogrado Trotsky en México en 1940, pero todos deben ser conscientes de que en cualquier momento, en cualquier lugar, se puede ser el destinatario de una balacera: da bastante miedo. Pero, además: es que un artículo en el que más o menos te pongan a caer de un burro o un opositor que dice algo que no te gusta es peccata minuta comparado con una rebelión militar. Y, claro, Prigozhin se refugia en Bielorrusia: el sitio ideal para estar tranquilo y a salvo de los agentes rusos. Litvinenko estaba en Londres y no se libró ¿cómo va a estar seguro un «traidor» a Rusia en un país de influencia rusa? O, quizá, si está, al fin y al cabo, seguro en Bielorrusia, porque nadie pretende molestarlo. Juzguen ustedes.
«Muy contentos», «No tan contentos» y «suena falso»
Estados Unidos contento, Ucrania contentos, porque la ofensiva va según lo planeado y, en este sentido, que Wagner no esté a tiempo completo en Ucrania siempre es buena noticia. Con todo ¿realmente hay motivos para estar contentos? Nadie está en condiciones de asegurar que, si se «fuera» Putin, no se desencadene una guerra total sobre Ucrania. Que una cosa es Chechenia o Siria, y otra masacres de ciudades en el móvil en tiempo real.
Podemos imaginar que tales declaraciones entran dentro del campo de la propaganda-motivación. Es muy dudoso que Estados Unidos se alegre del vacío geoestratégico que puede crear una situación de interinidad -o de guerra civil- en el país más extenso del mundo. A todo estratega le entra pánico sólo de pensar en una situación así, porque iniciar un conflicto civil o una desestabilización es fácil; pero ponerle fin no lo es tanto, porque el conflicto siempre se independiza de todo y toma su propio camino, que no tiene por qué obedecer a la lógica de nadie.
La Unión Europea, en cambio, se muestra más comedida y diplomática y, lejos de estar contenta, manifiesta su preocupación por el hecho de que Rusia perdiera el control durante 24 horas, e insisten en que es un asunto interno de Rusia. Un cinismo calculado,muy frecuente en la diplomacia, porque:
- se lanza un mensaje sobre la debilidad de Rusia, lo cual es, también, propaganda (de hecho, coincide con EE.UU. en hablar de grietas en la Rusia de Putin)
- «es un asunto interno» pero, entre tanto, apruebo el undécimo paquete de sanciones contra Rusia
No obstante, otras fuentes, también ucranianas van más lejos y no ven ningún sentido a lo ocurrido, calificándolo de farsa. Es la opinión más acertada, salvo que sí tiene un sentido. Y eso creo que lo saben ucranianos, estadounidenses, europeos y sobre todo rusos. Mojarse en estos tiempos de incertidumbre es un ejercicio de alto riesgo pero, en fin, lo de siempre: ¿reforzar el poder absoluto de Rusia y reprimir (aún más) al que disienta de la guerra?
China, en cambio, ha manifestado su apoyo al “mantenimiento de la estabilidad” de Rusia: muy diplomático todo, muy escueto. Eso sí, tras permanecer callada un tiempo crucial en el que su aliado Putin hubiera necesitado un mensaje de aliento. La China de Xi-Jinping, caracterizada eb este siglo por la diplomacia del lobo guerrero, agresiva y no rehuyendo la polémica, ha mantenido, sin embargo, perfil bajo, una prudencia que definía el ascenso pacífico anterior. Al fin y al cabo, el ascenso de China se ha llevado a cabo siempre manejando los tiempos y evitando complicaciones. Cuando está segura, pregona a los cuatro vientos que la amistad de Rusia y China no tiene límites, un lenguaje muy rimbombante siempre. También habla de «relaciones al más bajo nivel» cuando habla -recientemente- de Estados Unidos. Claro que, si visitas un país, no vas a decir «nos llevamos medianamente bien» o «nos llevamos ni super bien ni super mal». La Unión Europea mide las palabras. Las de la diplomacia China, en realidad, no dicen nada, para no pillarse los dedos ¿qué hubiera pasado si Wagner triunfa? ¿en qué posición hubiera quedado una China que condena el golpe desde el primer momento? (música de situación incómoda).
Por cierto, da que pensar que, si hubiera sido un montaje, China no estuviera informada y saliera a condenar el intento de golpe de estado contra su aliado desde el principio ¿se lo ocultó Putin? ¿no era un montaje?¿lo es, pero no sabemos hasta qué punto?
¿Malo conocido o bueno por venir?
Quitar lo malo conocido no fue nunca bueno del todo: todos vemos lo que pasa ahora en Libia -hoy, casi un estado fallido-, donde se sacó al dictador Muamar el Gadafi del poder; o a Sadam Hussein de Irak. No eran los campeones de los derechos humanos, pero mantenían cierto orden y daban seguridad a la región. Quitarlos de en medio, lejos de solucionar los problemas tradicionales, trajo otros nuevos; por no hablar de la sangría económica que supone mantener una guerra y una ocupación. Así que, si se los quiere desalojar del poder, deben tenerse en cuenta dos elementos: el primero obedece a dos sencillas preguntas ¿va a traer mejorías para la población ? ¿va a comprometer la seguridad -siempre la seguridad- de la región?; el segundo elemento es también otra pregunta ¿tienes un plan para después de «ganar» la guerra?, porque una guerra se puede ganar primero y perder después (léase Afganistán).
Putin y el poder
En fin, a falta de lo que esté por venir, se ciñe el asunto a una lucha de poder entre Prigozhin y sus denostados Serguéi Shoigú (ministro de defensa), y Valeri Guerásimov (jefe del estado mayor). Prigozhin ha sido apodado el «chef» de Putin y se cuenta entre sus confidentes. No es militar de carrera, sino empresario hostelero y de otras ramas. A buen seguro es visto como un advenedizo por los estamentos militares rusos de alto rango, siendo seguramente despreciado por ellos. Prigozhin desea libertad de movimientos para actuar en Ucrania y recursos ilimitados que no pasen por el filtro del ministro de defensa o del estado mayor. Quiere desembarazarse de ellos. A ver cómo lo equilibra Vladimir Putin, Tanto azuzar las tensiones entre sus socios -y amigos: Serguéi Shoigú es amigo personal de Putin se le puede estar yendo de las manos. Quizá Prigozhin quiere que Putin elija: «o él, yo yo». Todos quieren ganarse el favor del «padre». Si vemos movimiento de destituciones, será el indicador de algo que aún no sabemos. De momento, Prigozhin permanece en paradero desconocido y su archirrival, el ministro de defensa, Shoigú, ha reaparecido este mismo lunes (26.6) en televisión, alertando del problema de la inestabilidad y de la necesidad de mantenerse unidos con Putin ¿a qué les suena?
Todo apunta a que Wagner será disuelta (si nos atenemos al mencionado acuerdo con mediación de Minsk) y sus miembros serán integrados en las fuerzas armadas rusas. Queda en el aire qué pasa con los mercenarios desplegados en África, de los que Putin -en teoría- no sabe nada porque eso son negocios Prigozhin. En cambio, necesita esa -digamos- empresa tapadera para llevar a cabo los intereses rusos, de modo más expeditivo y sin involucrar de manera directa a la Federación Rusa. Habrá que esperar los próximos movimientos y formularse (de nuevo) otra pregunta: está claro que Wagner ha servido -con honores- a Rusia, si bien su líder se ha hecho demasiado famoso y puede ensombrecer a Putin ¿Gracias por los servicios prestados, pero te tienes que ir? El tiempo lo dirá porque, si esperamos que lo diga Putin, estamos apañados.
En cualquier caso, no viene bien a la posición internacional de Vladimir Putin esta exhibición de debilidad. Así lo vemos nosotros, pero ¿es así? “Puede”, si bien 1) la posición internacional de Putin está ya dañada -al menos, en Occidente- por lo que, como se dice en mi tierra “ningún perro lamiendo engorda”; y 2) esta “debilidad” puede utilizarse como ariete para apuntalar -mejor dicho: blindar aún más- la posición de Putin en Rusia, a un coste relativamente asumible (véase arriba: las declaraciones de unidad de los rusos en torno a Putin). A Erdogan no le fue mal. Ahora bien; montaje o no, Putin no puede dejar impune aquello que mueva el suelo bajo sus pies y desatará una tormenta para demostrar quién manda en Rusia.