Vuelvo a escribir en el blog después de que mi “misión especial” en Macedonia fuera cumplida con éxito. Por supuesto, se hablará de este apasionante país y sus ardientes cuestiones en el artículo posterior a este que nos ocupa.

Y es que, tras añadir nuevas escenas a este interminable culebrón (hablo del fútbol, porque el de Macedonia es aún mayor), creo que la mejor opción será mandarlo a “prensa” hoy mismo. Esto va para largo y, si no me apuro, es fácil acabar con dedicación de cronista a tiempo completo de este contencioso, y tengo a los Balcanes -mi política internacional predilecta- algo abandonados.

En la anterior entrada, abordábamos la diplomacia deportiva como instrumento para mejorar la imagen de un país en el mundo y el caso de España, cuya reputación como país no partía de los mejores parámetros. Se trataba de un país que salía de una larga y anacrónica dictadura, atrasado, “diferente” y “exótico”- siempre en el peor de los sentidos. España’ 82 y Barcelona’ 92 contribuyeron a relanzar la imagen de España en el exterior: un país democrático que lucha por abrirse su hueco en la comunidad internacional.

Sin embargo, la retransmisión al mundo entero del despliegue de machismo en el máximo órgano del fútbol español habrá hecho a más de uno preguntarse “pero, ¡un momento! ¿no era España un país moderno y avanzado que había promulgado leyes que arrinconaban las conductas machistas? Pues parece que no. Eso debieron pensar muchos y muchas.

Incendio incontrolado del crédito internacional de España

Por ello, es triste que no fueron suficientes ni mundial, ni juegos olímpicos, ni exposiciones universales. El mundial conseguido por la selección femenina de fútbol era, ahondando en lo dicho, una oportunidad más, otro ladrillo más: un conjunto diverso, con multitud de acentos de diferentes partes del país, donde catalanas y andaluzas (la mayoría), canarias, valencianas, vascas, madrileñas, gallegas, mallorquinas, murcianas, castellano-manchegas, cántabras e incluso una maña de madre ecuatoguineana. Ella no sólo lo había conseguido todo con la selección española de fútbol en todas sus categorías sino que también fue medallista en atletismo, en concreto, la mejor atleta joven de Europa. Un país diverso y unido que, lejos de lo que se ve en las noticias (en Alemania, donde resido, muchos casi pensaban que Barcelona, desde 2017, era Belfast en los años de plomo). Unas chicas que, además, luchaban por sus derechos y se plantaban ante la Federación de Fútbol que, más o menos, hizo un ejercicio parecido a ceder, mejorando sus condiciones. Y, pese a todo, España gana el mundial…

Entonces…

Tragedia en seis actos

Acto 1: La celebración: Rubiales llega con actitudes inapropiadas, generando escándalo (besos sin consentimiento, tocamientos inapropiados, cargando a una jugadora, etc.). Daña la imagen de España en el mundo y reacciona con insultos a las críticas. En el ámbito internacional se inflama el escándalo y el marcador de la vergüenza empieza a correr

Acto 2: Las (no) disculpas. Rubiales graba un video minimizando su comportamiento y culpa a otros, que tendrían la percepción alterada de la realidad: “desde dentro no parece tan grave: no es verdad que Jenni Hermoso no quería el beso”. Utiliza, para abortar los efectos del embrollo en el que él solito se ha zambullido, a otros para lograr un comunicado conjunto con Jenni Hermoso, que no se produce. Empieza a quedarse solo, con el matiz de que él no lo sabe aún. El descrédito internacional de España aumenta.

Acto 3: Reunión de la RFEF. El capo se reafirma y ofrece prebendas en un conato de cortes franquistas que aplaudirán todo lo que él diga, Rubiales ataca a la jugadora involucrada, a la que culpa en gran parte del susodicho beso. Se ve como víctima de una conspiración de los medios y algunos políticos y ataca al feminismo, lacra culpable de su “injusta” situación. Promete contratos y subidas de sueldo para premiar -en realidad, comprar, pues apoyos le van quedando pocos- a sus seguidores. Vincula, además, su suerte a la del seleccionador como “compañeros de sufrimiento” (y, de paso, le renueva por cuatro años y le triplica el sueldo). También ofrece a Montse Tomé, la segunda de Vida, el puesto de directora deportiva. No piensa renunciar y su imagen empeora. El marcador del descrédito internacional se desboca. Para Vilda, todo lo que no fuera haber dimitido en ese momento o poco después -como sí hizo Montse Tomé-, lo dejó en una situación insostenible, uniendo sus destinos a un activo quemado como era Rubiales. Claro, al final, lo que tenía que pasar: fue “dimitido”. De quien le sucedió, la mencionada Tomé, hablaremos después.

Acto 4: El silencio cómplice Entrenadores y jugadores no se oponen claramente a Rubiales. Algunos renuncian en protesta: excepciones tan honrosas como escasas. Si lo bonito hubiera sido un comunicado conjunto de los colegas masculinos, ganadores de 2010, este no se produce. Sólo Casillas desde el principio, luego Pau Gasol, algunos -dos o tres jugadores de la liga. Y punto. Patrocinadores y otras personalidades guardan silencio…salvo cuando ven que Rubiales se encuentra cada vez más acorralado. Ahora sí aparecen Xavi o Iniesta, por ejemplo: pero una semana después, una semana crucial en la que las jugadoras necesitaban ese apoyo. Otros, como  Xavi Alonso ¡un mes después de los hechos! Así ya no quedas ni bien siquiera.

Acto 5: El escarnio internacional. La FIFA suspende a Rubiales (sobre el artífice platicamos después), mientras medios internacionales condenan su conducta. Los diarios más importantes del mundo y cadenas como CNN, de repercusión mundial, hablan de España: y no es de su éxito deportivo.

Acto 6: Pero ¿esto no estaba ya encauzado? ¡Un momento! Rebobinemos…pero… ¿no se había arreglado todo? Pues no. Como Nadal, a empezar el partido de cero… Por segunda vez.

Se va Luis Rubiales, hay destituciones (como el otrora poderoso Andréu Camps), y la de Jorge Vilda, el (ya ex) seleccionador nacional. Sin embargo, la designada para sucederle es…la mano de derecha de Vilda, Montse Tomé, quien aplaudió al jefe Rubiales hasta 7 veces en el infame cónclave de la RFEF donde (se suponía) iba a dimitir. Casi puedo entender a los que aplaudieron. La verdad, fue una encerrona y uno aplaude casi por inercia sin saber bien qué está pasando -no hay más que ver sus caras de póker. De acuerdo: se acepta. Sin embargo, de los hechos se infiere que no es así. Porque lo normal es, cuando estás cuestionada, la regla de oro: adoptar un perfil bajo hasta que cese el chaparrón, que se hable de ti lo menos posible. Sin embargo, no será el caso. Así, la seleccionadora (imagino que no por mucho tiempo) se estrena a lo grande en su primera rueda de prensa: miente sobre el número de ocasiones en las que aplaudió a Rubiales. Mal comienzo es hacerlo faltando a la verdad. No rompe el hielo. Después, no convoca a Jenni Hermoso para “protegerla”, no se sabe muy bien de qué: suena a paternalismo machista, pero en mujer, que también lo hay. Se corona finalmente la seleccionadora coaccionando a las jugadoras que claramente no quieren acudir a la concentración… ¡convocándolas a la concentración! Muy bien. Nueva rebelión de las jugadoras y apoyo de las futbolistas de la selección sueca, quienes muestran su disposición a boicotear el partido si hace falta. Nuevo escándalo internacional.

Alexia Putellas compareció en rueda de prensa, con gesto agotado. En vez de reposar y dormir, algo básico para un trabajo, un examen o un partido, hubieron de estar hasta las cinco de la mañana envueltas en negociaciones. Efectivamente: la política en la que -según algunos deportistas, procedentes de ámbitos de partido único- no deben involucrarse. Sin embargo, esto no es política: es denuncia; más bien, es reivindicación, no es ideología. Alexia Putellas no tenía un don especial para expresarse, no era una política o una especial oradora. Y ahí reside el arcanum: son sólo futbolistas, no conferenciantes. Lo que ella trataba de explicar no era fácil para alguien que tiene que estar entrenando por el día y negociando por la noche con pocas horas de sueño a cuestas.

A veces, la organización de acontecimientos deportivos y los triunfos en ellos los carga el diablo

En resumen, el caso pasará a los anales de un éxito deportivo convertido en torpedo contra la línea de flotación de la nation branding (Marca España, para entendernos). Y en pesadilla para quien lo padece -las jugadoras- Pero no es el único. Podemos citar, en este sentido, una serie de eventos deportivos que se prepararon con la mejor intención pero que acabaron en chasco y deterioraron el prestigio del país en cuestión.

Múnich’ 1972

Alemania, como España en 1982, también quería dar una imagen al mundo -mejor dicho, cambiarla. Era un país dividido (por entonces, parecía que sine die). En su antigua capital, a su vez también dividida, hubo un bloqueo soviético, un muro y muchos soldados soviéticos, y agentes también soviéticos, entre ellos, un jovenzuelo rubio, para más señas espía, llamado Vladimir Putin, que igual les suena de algo. El país había perdido la última guerra mundial -en realidad, las dos últimas- y los criminales nazis seguían., muchos de ellos, por ahí escondidos, en América Latina o en España. La RFA continuaba todavía en fase de reconstrucción en muchos sentidos. Uno de ellos fue el político: en 1953 se unió a la entonces Comunidad Económica Europea (CEE) pero, si  pensabas en Alemania en 1972, muy buenas cosas no te venían a la cabeza si tenías 40 o 50 años.

Por eso mismo, querían hacer ver que todo quedó atrás. Era un país desarrollado, de proyección mundial. Quería mostrar dos cosas: que la Alemania nazi como peligro para la estabilidad mundial ya no existía y quedaba muy atrás, y que era un país pujante, cuyo «Wirtschaftswunder» (milagro económico) era un ejemplo de superación y de cambios en un país que no hace tanto, sólo 27 años, organizaba guerras mundiales y holocaustos (de varias etnias). Ahora era distinto: somos europeos, desarrollados, contribuimos a la paz y estabilidad del continente: por algo somos parte de la CEE.

Pero no salió como se pensó, desde luego.

A la entonces Alemania Occidental le cabe el triste honor de ser el primer escenario de un atentado terrorista en unos JJ.OO., cuando un comando palestino (Septiembre Negro, una facción del movimiento palestino Fatah) secuestró a un grupo de deportistas israelíes en la Villa Olímpica. La RFA trazó varios planes, de negociación, de rescate de los rehenes…pero se encontró con que… ¡no tenía fuerzas de élite! No las tenía porque su “Constitución” no lo permitía 1.

Así, ni en los mejores especiales del gran Francisco Ibáñez sobre unos Juegos o un mundial hubiera podido darse lo que sucedió en Múnich’1972. En primer lugar, se tuvo que recurrir a policías no especializados como francotiradores (que no se consideraban tales, simplemente les gustaba practicar tiro los fines de semana, como quien va a pescar entre amigos, algo muy distinto a la planificación de una operación de alta complejidad. Sus fusiles de asalto eran los habituales que usaba la policía, sin equipamiento de visión nocturna, por lo que la precisión no era su mejor cualidad: muy de aficionado todo. El resultado fue la masacre de 11 atletas israelíes. Ni siquiera se suspendió la competición. Desde luego, como herramienta para aumentar la potencia reputacional de la RFA, fue un completo fracaso.

JJ.OO. de Atlanta’ 1996

De entrada, nació con sospechas de corrupción 2. A partir de ahí, todo fue aún a peor: atascos de los atletas para llegar a las competiciones, resultados de las mismas que llegaban tarde por fallos informáticos, derechos de retransmisión que fallaron y consecuentes reclamaciones por parte de cadenas de televisión de muchos países, que habían abonado una buena suma de dinero por los derechos aludidos y no recibían señal. Se perdieron equipajes y documentación de los deportistas. Lo peor es que todo lo mencionado era peccata minuta con lo más grave: un atentado en pleno parque olímpico ocasionó dos fallecidos y más de un centenar de heridos. Por no salir bien, no salió bien ni la investigación policial: fue inculpado el guardia de seguridad que descubrió la mochila con la bomba. Al final, muchos años después, se descubrió al verdadero culpable. Para olvidar.

Los Juegos de la Commonwealth celebrados en Nueva Delhi 2010 no fueron mucho mejor. Como viene siendo habitual, los propósitos son los de España ’82: la India -desde 2023, Bharat- se estaba desarrollando, comenzaba el camino hacia la cualidad de superpotencia (hoy supera en población a China): era la mayor democracia del mundo, y quería que el mundo lo supiera. Pero el mundo conoció otra realidad muy distinta, que pasaba por unos estadios que no terminaban de construirse, deplorables instalaciones para los deportistas, por no hablar de las pésima situación de los trabajadores. Todo ello en un contexto de falta de seguridad en las calles y protestas contra la corrupción del gobierno y el agravante de derrumbes en las inmediaciones de las infraestructuras deportivas, así como miles de voluntarios que renunciaron por no estar satisfechos con las condiciones. Por no haber, no había casi ni público. El planeta ahora lo sabía, pero era distinto a lo planeado: la India era la mayor democracia del mundo, y también la más caótica.

Le siguen los Juegos de Río de Janeiro 2016. No fueron menos complicados y se dice que superaron el difícil listón de Atlanta ’96: tráfico enmarañado, colas interminables, piscinas en malas condiciones, inseguridad, robos a los deportistas, tiroteos; normal que el público tampoco afluyera como se esperaba. El excelente escaparate de Río, que hubiera sido un activo impresionante para apuntalar la imagen de Brasil al mundo, se convirtió más bien en pesadilla

Los Juegos Mediterráneos de Tarragona (2017-2018) pintaban muy bien: aprovechaban el capital y la inolvidable huella proyectada al mundo en Barcelona’92 ¿qué podía salir mal? Pues todo. La inestabilidad política ocasionada por el «procés catalá» (cuyo culmen fue la DUI de octubre 2017), además de enrarecer el ambiente en la calle, motivó que hubiera que retrasar los Juegos a 2018. Como la gente estaba en otra cosa, hubo falta de casi todo: de asistencia, baja, con gradas vacías en la ceremonia de apertura, de personal que entregara las medallas, de material médico e incluso de árbitros (que se pusieron en huelga). Desde luego, si quisieron aprovechar la estelas -que no estelada– de Barcelona ’92, las comparaciones son odiosas.

Saltamos al polémico mundial de fútbol de Qatar 2022, último celebrado (antes del “susodicho” que nos ocupa).

¿Se acuerdan de la Marca España? Pues con el estado catarí, lo mismo. El fútbol es política – no sé cuántas veces van ya-, y sin disimulo. El país presentó al mundo la llamada Visión Nacional 2030 en… ¡2008! Se quería ofrecer la perspectiva de un Qatar que se volcaba en convertirse en una economía sostenible y próspera basada en el conocimiento. Según sus diplomáticos, la imagen de Qatar a nivel global se había fortalecido a través del desarrollo interno, la diversificación económica (léase: “oiga, no somos un estado exclusivamente petrolero”) que contribuye a la paz mundial 3. Y no es cuestión baladí, pues Qatar sufre el bloqueo diplomático de varios países de la península arábiga por colaborar con el “terrorismo iraní”. Todo hay que decirlo: Arabia Saudí no es menos terrorista en el Yemen, con la participación en la guerra y el asesinato masivo (agosto de 2023) de etíopes en la frontera. Pero, en fin, vayamos a liarnos por un quítame-allá-esas-atrocidades. Volviendo a Qatar, lo cierto es que el evento deportivo trajo más desprestigio que buena imagen. Se quería borrar una percepción negativa, y lo que se hizo fue reforzarla.

Desde el principio, no empezó con buen pie, con sospechas de corrupción que salpicaron al mismo Parlamento Europeo 4: se le llamó el Qatargate. Algunos de los eurodiputados dirigían ONG que comprometidas con los derechos humanos. Y es que no era la matería el punto fuerte de Qatar. Por tal motivo muchos decidieron boicotear el mundial. Las violaciones de los derechos humanos en el país son moneda de cambio diaria: desde la situación de las mujeres5 y del colectivo LGTBI, cuya “conducta” está penalmente perseguida. Eso sí: en el mundial fueron más “permisivos” y son “bienvenidos”. Se les permitía asistir a las competiciones -todo un detalle-, pero debían abstenerse de arrumacos entre ellos.

Pero quizá la situación más preocupante para los derechos humanos es la de los trabajadores inmigrantes (en especial, los procedentes de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka), sujetos, en muchos casos, a una especie de servidumbre sin libertad de movimientos (se les confisca en muchos casos en pasaporte), agravada en el caso de las trabajadoras6). Especialmente inhumano fue el trato dispensado a los trabajadores que afluyen y afluían al emirato para participar en la construcción de las infraestructuras mundialistas: Amnistía Internacional asegura que perdieron la vida 6500. Con todo, esto es como lo de Ucrania se habla de 7.000 civiles muertos, pero todos sabemos que son muchos más.

Ya me dirán si, con tales antecedentes, no se hace necesario untar con cientos de miles de euros a eurodiputados – y aquellos que no son eurodiputados y nunca sabremos-, porque la pésima percepción del pequeño país es realmente difícil de mejorar: es la que es.

Reflexión final: cómo convertir una derrota en victoria.

Hemos hecho lo más difícil: convertir una victoria en derrota. Por tanto, para reparar este tremendo daño ocasionado a la reputación de España, se habrá de llevar a cabo algo mucho más complicado, como es utilizar los daños a tu favor, como un yudoka. Es como cuando eres el desorden en persona y un vago redomado y dices en una entrevista de trabajo que eres “creativo” y te desenvuelves bien en “situaciones no previstas”.

El perjuicio a la reputación de España suscita las siguientes reflexiones: qué se hizo mal en el partido (me disculparán, pero el símil futbolístico viene que ni pintado).

¿cómo pudo llegar una persona como Rubiales a dirigir la RFEF? Ya hemos dicho -y no me importa volver a repetirme- que “no es sólo fútbol”, es política, es casi diplomacia pública. Una herramienta de poder blando de la que ya hemos hablado en las otras dos entradas. No es de recibo que pueda ocuparla cualquiera.

¿No hubo ningún filtro de valores? ¿ni siquiera un psicotécnico? Ergo; la institución está podrida. El sistema está descompuesto. Se debería organizar algo parecido a un “constituyente”, pero igual es mucho pedir.

En este sentido: ¿cómo es que las instituciones del estado estuvieron de manos atadas y no pudieron destituir de manera fulminante a Rubiales? Como ya se ha apuntado, la posibilidad de dañar la imagen y reputación de España no debería ser tan fácil.

¿cómo pudo suceder que la inmensa mayoría de las personalidades del deporte y de otros ámbitos no quisiera saber nada en un principio? Es más; que muchos de ellos aplaudieron a Rubiales en aquella infame asamblea? Con rictus de incomodidad y soñando con que evacuaran la sala por amenaza de derrumbe, sí, pero aplaudiendo. Después, claro: “Jenni, yo por ti muero”, pero eso, ya, tarde piace. Es como hacer trampas, más bien para no vestir el muy poco chic sambenito de apoyarubiales ¿cómo no salió en tromba el “estamento” deportivo -en especial la élite- a apoyar a sus compañeras? Muchos son unos señores ricos a quienes la cuestión les pilla lejos. Y ojo: que los nombrados al menos intentaron no quedar mal, pero los hay peores: aquellos que sostienen que los futbolistas no deben hablar de política. Claro, algo lógico si eres hombre y cobras, consecuentemente, diez veces más, además de darte todas las comodidades. Los desharrapados (as), por favor que se callen.

En cuanto al Sr. Rubiales, llama la atención la forma en que da la espalda a la realidad. Simplemente no lo ve, porque piensa que es así. Punto. Como él -y aquí está la cuestión, gran parte de la institución que rige el fútbol español. No vio que lo del beso, cuanto menos, está feo -lo demás verá el juzgado. Después, creyéndose su historia, procedió a su defensa en aquella asamblea, intentando convencer de lo inconvencible y con argumentos del mismo modo inconvencibles. Primero: porque ¿para qué pedir disculpas sinceras cuando puedes decir que “la culpa fue de los dos y de los “tontos del culo” de “afuera”? (sí, aquellos que tenemos alterada la percepción de la realidad y no vimos lo que realmente pasó, como él). Respuesta: porque realmente crees que “no fue tan grave”. Segundo: una vez que la has pifiado de manera incontestable y sabes que la partida ha terminado ¿para qué irse con dignidad, cuando puedes cubrirte de inmundicia y quedar aún peor? Respuesta: porque crees que te estás defendiendo bien. Corolario: Rubiales es la cabeza, pero de todo un organismo que piensa que lo que hizo no fue para tanto. Y muchos periodistas lo amplifican. Los tiempos largos del historiador Ferdinand Braudel, los que avanzan de manera mucho más lenta que los acontecimientos y las coyunturas. Ello sigue ahí: como el dinosaurio aquel seguía ahí: y que sea un dinosaurio, casualidades del destino, es un conceptos que parece en exclusiva confeccionado para estos señores y señoras campeones del inmovilismo.

 

Contrareflexiones: desescalando y desfaciendo o enderezando el entuerto

España puede tener una segunda oportunidad e intentar poner coto a tanto despropósito de las siguientes maneras:

Primero: llevando a cabo una limpieza en la RFEF. Ésta debe ser creíble, no basta con destituir a Luis Rubiales. Prueba de ello es lo que sigue sucediendo: los dinosaurios, ya saben. Muy grandes y difíciles de mover. Se puede hacer mucho ahora, pero habrá que esperar al medio plazo como mínimo.

Segundo: ¿cómo hacer que las jugadoras tuvieran más apoyo de sus colegas deportistas? Pues, básicamente, esperar tiempos mejores y pedagogía. Lo que alguien tiene en la cabeza es difícil de cambiar con una destitución, dos, las que sean.

Tercero: Lograr más poder decisorio del Estado en algo que lo representa y que otorga poder blando. Se habla, en este sentido de cambiar la ley del Deporte, pero la RFEF es una asociación privada. Su superior jerárquico es la FIFA, y esta no admite injerencias de los gobiernos. A ver si no me van a dejar organizar un mundial en Qatar o Afganistán, quién sabe.

Por último, sería bastante interesante -y creo que los acontecimientos siguen tal curso- convertir el ataque sufrido en contraataque. De acuerdo con esto, la reputación española ha recibido un golpe, pero se pueden devolver varios con mayor potencia. En primer lugar, el gobierno, por ejemplo, ha hecho todo lo posible para judicializar el caso y para que aquellas que no quisieran estar en la concentración deportiva pudieran abandonarla sin ser sancionadas. Y el gobierno participa porque la percepción de un país es cuestión de estado. También, en tercer lugar, se implica el presidente de la Comisión Disciplinaria de la FIFA, el colombiano Jorge Iván Palacios, jurista de amplia experiencia y prestigio y muy comprometido en la defensa de los derechos LGTBI y contra la corrupción judicial y política. Estas cuestiones, viniendo del país que viene, no son cualquier bobada: se necesita ser valiente. Es de creer que tendría especial interés por el caso.

Para terminar, el mundo entero está viendo la resiliencia no sólo de las futbolistas, sino de la sociedad española, forjando el “se acabó” -el “me too” español– que es más que fútbol y anima a mujeres dentro y fuera del deporte a denunciar episodios machistas. El lema “se acabó” tuvo más potencia mediática que el famoso beso, porque este no se lo esperaba nadie y esta vez el público venía avisado, por lo que alguien que normalmente no sigue el fútbol, seguro que se enganchó, quizá alguien con interés en que sus hijas vean que se puede luchar contra la discriminación y el machismo, o por morbo, que también vale. No hubo boicot, si largas negociaciones y una pancarta en las que las jugadoras suecas se unían a las españolas portando la pancarta: “Se acabó. Nuestra lucha es la lucha global”. El resultado -ganó la selección- no nos interesa.por cierto: ahora se llama así, selección española con independencia de que sea femenina o masculina, cosa que a muchos parece no agradar. Esa pugna de España por salir del pozo del atraso -en el terreno de las mentalidades del mundo del fútbol- puede sentar cátedra y marcar España como referencia mundial. Las niñas o mujeres del mundo pueden tomar nota de ello. Que se hable de ti como revulsivo de los derechos de las mujeres ya es poder blando, ya es diplomacia, y afecta, de rebote, a la Unión Europea y a la exportación de los valores europeos en un momento particularmente complejo en las relaciones internacionales, algo que ocupa no pocos esfuerzos de los diplomáticos comunitarios día tras día. Poder blando español, poder blando europeo.

 

Por Antonio Rando Casermeiro

Me llamo Antonio y nací en Santander en 1974, aunque soy, sobre todo, de Málaga. Soy licenciado en Derecho e Historia y doctor en Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales por la universidad de Málaga y quisiera dedicarme a ello. Soy un apasionado desde pequeño del este de Europa, especialmente de los Balcanes y Yugoslavia. Me encantan las relaciones internacionales y concibo escribir sobre ellas como una especie de cuento. Soy apasionado de escribir también cuentos y otras cosillas. Desde 2013 resido en Colonia (Alemania)

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