La política exterior china: la Nueva Ruta de la Seda
Antes de entrar en la materia, es preciso recordar el modus operandi global de la República Popular China (RPCh) En tres decenios, China ha pasado de casi la insignificancia en el comercio mundial a seguir muy de cerca los pasos de Estados Unidos. Hoy es el principal productor de manufacturas intensivas en mano de obra y tecnología, al tiempo que se transformó en un gran mercado consumidor de máquinas y herramientas europeas, japonesas y coreanas, así como de materias primas del hemisferio sur
El núcleo de lo dicho cabe inscribirlo en primer lugar a un hecho: China es, o era cuando comenzó su ascenso, inferior militarmente y en otros parámetros a los actores con quien pretende competir, lo cual conduce a un contexto estratégico nuevo de las relaciones internacionales al que Occidente quizá no ha sabido, de momento, adaptarse, al menos, según fuentes chinas a una nueva realidad surgida en la Guerra del Golfo de 1991. Sin embargo, se trata de un fenómeno mucho más complejo que tiene como fin causar daños al adversario, hoy en día plenamente vigente. Esta nueva realidad ha devaluado cada vez más lo militar como elemento aislado, hasta el punto de que una amenaza militar hace tiempo que dejó de ser el principal peligro para la seguridad de un estado. Según esto, se afirma que Occidente es demasiado dependiente de la tecnología, en el sentido de adaptar la guerra a las armas / tecnología que se posea en vez de crear armas para la guerra del futuro. No puede afirmarse que sea este un aspecto novedoso, pero sí dominante con más pujanza en la actualidad.
Hoy en día no es necesario hablar de guerra en su acepción convencional, pues hay muchas formas alejadas de lo estrictamente militar. El concepto no es nuevo y la importancia y volumen de otras herramientas no militares se ve amplificada en la actualidad por el fuerte desarrollo de las nuevas –en muchos casos ya no tan nuevas- tecnologías. Es una guerra que ya no puede ni ser llamada así, al menos en el sentido convencional del término, pero sí en tanto que intento de imponer al adversario la satisfacción de nuestros propios intereses y demandas. Se trata del concepto de guerra irrestricta, algo que en el pensamiento chino se esboza de largo, desde el famoso “Arte de la Guerra” de Sun Tzu, del siglo V a. C., pasando por Maquiavelo que tiene su continuidad en el relativamente actual “Unrestricted Warfare” (Qiao Liang and Wang Xiangsui, 1999). De acuerdo con esto, el escenario de la guerra se ha expandido profusamente: coexisten varias esferas como la militar, la cuasi-militar y aquella que es decididamente no militar: guerra híbrida. De hecho el concepto de campo de batalla ha quedado superado y lo que predomina son las operaciones no militares. Es más: en muchos casos se trata de “guerreros no profesionales” y ONG que ponen en aprietos a todo un estado soberano. El manejo del factor tiempo es además distinto entre ambos mundos: por un lado, Occidente organiza sus objetivos en función de un marco temporal, mientras que Oriente y en particular China, no lo tiene en cuenta o no puede tenerlo, entre otras razones porque implica un alto coste.
En el apartado de las ventajas pueden contarse diversos factores a favor de la RPCh, que se enumeran a continuación. El primero es su sistema constitucional, de partido único, lo cual implica que no se tienen que dar explicaciones, justificar las decisiones de su gobierno ante parlamento u opinión pública algunos o estar pendiente de las encuestas. El siguiente factor reside en las atribuciones de su máximo mandatario, Xi Jinping. El mismo ostenta además el cargo omnímodamente y de forma vitalicia, por lo que puede hacer y deshacer a su antojo, sin miedo alguno a que su proyecto sea cancelado por el siguiente gobierno. Por los motivos mostrados y por el decidido impulso estatal al proceso, la política exterior de Pekín ha puesto en marcha un nuevo concepto, volviéndose mundial a tenor del lema del PCCh “China Goes Global“
La consecuencia de lo dicho es la capacidad de implementar el proyecto más importante que determina el período actual y las próximas décadas: la llamada Nueva Ruta de la Seda, también conocida con otras denominaciones como “Belt and Road Initiative” (BRI), con su lema, “One Belt, One Road” (“una franja, una ruta”, OBOR). La misma fue anunciada por Xi Jinping en 2013 como “Franja Económica de la Ruta de la Seda” en un discurso pronunciado en la Universidad de Nazarvayev (Kazajistán). Al inicio fue un proyecto asiático que comprendía, además de las repúblicas exsoviéticas de Asia Central -también conocidas como “los cinco istanes”- (Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Kirguistán y Tayikistán) a los países de la ASEAN, si bien se va ampliando después.
El modus operandi de la RPCh está muy ligado al discurso del poder, al modo de presentar a China ante el mundo. En este sentido, China tiene detrás del proyecto toda una maraña de infraestructura legitimadora del mismo y un claro manual de instrucciones, “La guerra irrestricta”, escrito en 1999 y obra de –dato significativo- dos entonces coroneles del Ejército Popular de Liberación chino, Qiao Liang (hoy general de división retirado) y Wang Xiangsui, (en la actualidad coronel retirado y profesor universitario). Lo dicho queda expresado de manera palmaria en uno de los principios contenidos en la documentación oficial china sobre la Franja y la Ruta, “investigación académica, soporte técnico y sistema de discursos”.
Tradicionalmente era el discurso chino meramente defensivo y volcado al interior, si bien el país se ha empleado a fondo en modificar esta imagen a base de ingentes inyecciones de efectivo y diversificando los medios de presentar la información sobre sí mismo y, en especial, sobre su proyecto de la Franja y la Ruta. Ya no se trata de “defenderse” de los medios occidentales, sino que se ha pasado claramente a la ofensiva: ahora puede hablarse sin complejos del mencionado discurso de poder. Existen diversas formas de poner en práctica el mismo, que se resumirán en “barco en propiedad» y «barco prestado».
La primera consiste en los propios medios o agencias de información chinos, estatales, que operan en diversos idiomas. Uno de los más destacados es la agencia de noticias Xinhua.net, aunque no es la única. Lo prioritario es la agenda china a la vez que, de manera más o menos sutil, se desacredita a las democracias liberales, explotando sus debilidades: en la línea, en este sentido, de sus homólogos rusos RT o Sputnik. Otra modalidad es no a través de los portales chinos, sino mediante estaciones satélites en otros países, donde se reclutan periodistas locales que traten la información desde una “perspectiva china” (en declaraciones de Xi Jinping, gente que cuente bien las noticias sobre China).
Descendiendo en el nivel de sutileza, existen a su vez subcategorías: la simple y mera adquisición de medios extranjeros, así como instituciones o empresas afines por el gobierno de la RPCh. Lo dicho se complementa con el control de ciertos paquetes audiovisuales o la misma propiedad de las infraestructuras digitales. De esta manera se consigue lo siguiente: al detentar los mismos medios de transmisión –por lo general a través de empresas chinas- en un territorio donde previamente no existían, se hace mucho más efectiva e inadvertida la censura. Por último existen, como en otros estados, medios de presión tradicional más directa sobre periodistas que pueden influir en los gobiernos del país en cuestión. Su nada oculta misión y uno de sus lemas es “dar voz a China”: realizar propaganda sobre la Ruta de la Seda de manera acrítica.
Pasando a la segunda modalidad “barco prestado”, engloba una serie de medios que no pertenecen a China pero en los que el país asiático participa, como es el caso de los suplementos de los principales rotativos de prensa escrita mundiales. Ahora bien: no se queda todo en los suplementos, sino que también se intenta atraer a profesionales de diversos medios, cuya finalidad es crear un “tercer partido de portavoces” que hagan llegar las directrices informativas del gobierno chino”. Cabe añadirse, pero no menos importante, la labor de diferentes instituciones culturales, como los institutos Confucio, además de otros organismos en el ámbito educativo, como diversos institutos de educación superior, en especial las universidades. Lo mencionado se complementa con instituciones o personas influyentes pertenecientes al llamado lobby chino.
Por último y en un terreno menos rebuscado, se aplica lo que el Ejército chino llama guerra de los medios, que consiste en la simple y llana presión sobre los gobiernos extranjeros para que no adopten decisiones que vayan en contra de China o del PCCh.
Esta entrada es parte de mi artículo
Amistades peligrosas: las relaciones entre Serbia, China y la UE en el contexto de la futura ampliación a los WB6
Dangerous liaisons: relations between Serbia, China and the EU in the context of the future enlargement of the European Union to the WB6
DOI: 10.17103/reei.41.02