Imagen de Dušan Cvetanović en Pixabay

Mucho se ha hablado sobre una rápida adhesión de Ucrania a la Unión Europea. Así, los líderes comunitarios se prodigan en declaraciones en torno al apoyo de los Veintisiete al ingreso de Ucrania en la UE. De igual modo, se ha visto en la prensa que la diplomacia comunitaria “está acelerando los trámites para el ingreso de la UE del país”. Últimamente, incluso hay ya un programa en marcha (se habla de nueve mil millones de euros más, y la cuenta suma y sigue) que deja obsoleta la inicial “ayuda de emergencia” propuesta por la UE para reconstruir el país tras los incalculables daños llevados a cabo por las fuerzas armadas rusas en el país (en torno al medio billón de euros). Emocionante. Todos los pueblos de la UE decididos a que Ucrania entre rápidamente. Nos hace sentir bien: podemos hacer algo por Ucrania. Muy bien, pero… ¿hasta qué punto es esto cierto? Para eso tenemos que tener en cuenta dos cosillas: el “proceso de adhesión” de Ucrania de los países más avanzados en el camino al mismo, como los llamados WB6 (abreviatura en inglés de “West Balkans 6” o “los Seis de los Balcanes Occidentales”, que son Albania, Bosnia-Herzegovina, el territorio de Kosovo, Macedonia del Norte, Montenegro y Serbia). En segundo lugar, la propia actitud de la UE. Si sumamos ambos elementos, la respuesta, por desgracia, es que no es posible, al menos a corto plazo -y a medio tampoco- que Ucrania forme parte de la UE. Diversos tipos de asociación es otra cosa. Es cierto que se hicieron gestos simbólicos como la entrega por parte de la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen del cuestionario para la adhesión a Volodimir Zelenski: dicho cuestionario (en jerga comunitaria, algo así como “Cuestionario de la Comisión Europea a fin de preparar la opinión de la UE con respecto a la solicitud de ingreso de Ucrania en la UE”) es preceptivo para obtener el estatus de candidato. No obstante, sin perjuicio del ánimo y motivación que pueda suponer para el pueblo ucraniano – y para nosotros-, es cercano a no decir nada. Y lo peor de todo es que la diplomacia comunitaria lo sabe… y Zelenski también.

En este artículo se explicará por qué no es posible que Ucrania forme parte de la UE desde el punto de vista, digamos, de la UE. En sucesivas entradas explicamos cómo funciona el proceso de adhesión a la UE y si la situación de Ucrania lo permite. En este sentido, a Ucrania le espera una más que ardua tarea para llegar a formar parte del club europeo. Y ello se debe a tres razones; en primer lugar, porque la UE no es que esté mucho por la labor: es lo que tratamos de explicar en este artículo. En segundo lugar, porque la experiencia de sucesivas ampliaciones pone de manifiesto que no es posible un atajo para entrar. En tercer lugar, porque la situación de Ucrania, aunque la paloma de la paz se paseara feliz y dichosa por sus ciudades y pueblos o bosques, dista mucho de cumplir siquiera los requisitos mínimos para que la UE se plantee siquiera iniciar un proceso de negociaciones propiamente dicho. Un ejemplo de ello es la ayuda de la UE que se comentaba al inicio de este artículo: se habla de reconstruir las dañadas infraestructuras civiles, viviendas y un largo etcétera, pero también, el fortalecimiento del estado de derecho y la profundización en el estado democrático. Vamos, que aunque el último ladrillo de cada edificio de viviendas bombardeado se volviera a colocar (ello costará cientos de miles de millones de euros), queda lo indecible por hacer. Pero no adelantemos acontecimientos: como quedó claro: vamos a describir la, digamos, “actitud” previa de la UE, que no es muy receptiva. Varios factores, en este sentido, lo dejan claro, a saber:

1. El lenguaje comunitario es siempre muy diplomático: se caracteriza por la ambigüedad, y en medir lo que se dice para no pillarse los dedos o comprometerse con las palabras. A los países de los WB6 les dice en sus informes la UE que “aprueba tal”, “toma nota de tal”, “elogia esto”, “acoge favorablemente” lo otro”, lo cual puede querer indicar “vale, estás haciendo tus deberes, pero sólo eso”. Hay veces que “anima…” o -aún más chungo- “recuerda”: la traducción es: “haga esto ya” o “vamos a tener un problema”, respectivamente.

2. La máxima a tenor de la cual no es nada recomendable importar conflictos. En otras palabras: si se diera la más que improbable incorporación inmediata de Ucrania a la UE, la misma estaría automáticamente en guerra con Rusia. Que, vayamos a: estamos en guerra contra Rusia -llámese tercera Guerra Mundial o Guerra-como-la-quiera-usted-llamar, pues los seis paquetes de sanciones que la UE, EE. UU. y otros estados han impuesto a Rusia son acciones hostiles, de guerra. Además la guerra no es hoy como en 1914, todos ahí a bombazo y bayonetazo limpio; ahora las guerras son de otra forma: económicas -léase sanciones- o de informáticos que te piratean páginas webs del gobierno o te pasan secretos de inteligencia -entre otras cosas-, o como el envío de armas y adiestramiento por la UE o EE.UU. de militares ucranianos desde 2014. Pero, en fin: una cosa es piratear el ministerio de defensa ruso y otra meterse en Ucrania con tropas. Hay un precedentes -entre otros- de importación de conflictos por la UE: la adhesión de Chipre. Pero Chipre lleva dividido entre grecochipriotas y turcochipriotas desde 1974. El ejército turco ocupa casi el cuarenta por ciento de la isla desde entonces…pero no…no es el ejército ruso bombardeando ciudades e infraestructuras: en Chipre puede haber más o menos calentamiento de la situación, pero la cosa permanece más o menos tranquila.

3. El llamado “cansancio (o fatiga) de la ampliación” por parte de la propia UE. Hasta el año 1995 no hubo problema: dicho año entraron Austria, Finlandia y Suecia. En los 1980, habían entrado Grecia, España y Portugal; en los setenta, Dinamarca, Irlanda del Norte y el Reino Unido. En fin… todo bien…países todos de Europa Occidental, con sistemas parecidos (aunque Grecia, España y Portugal tuvieron que llevar a cabo muchas reformas y el proceso de adhesión fue desesperante). El problema vino con la ampliación masiva de 2004, cuando entraron los países del antiguo bloque del este (entre otros), entre ellos los que a la postre serán los más euroescépticos y que más cuestionan los mismos fundamentos de la UE: Polonia y Hungría, sin ser los únicos. Tres años más tarde, Bulgaria y Rumanía y, por último, Croacia. La UE tuvo – y tiene- no pocos quebraderos de cabeza con algunos de estos países. Bulgaria y Rumanía cumplen los requisitos de adhesión tan con alfileres que incluso la UE tiene para ellos un “Mecanismo de supervisión” por si acaso. Bien es cierto que la unanimidad de todos los estados en el asunto de la invasión de Ucrania ha aplacado un poco la caja de los truenos…pero volverá ¿qué sucede entonces? Que la UE -miedosa de que algún país le vuelva a salir rana- se vuelve excesivamente cautelosa a la hora de verificar el cumplimiento de los requisitos para ser estado miembro. Serbia y Montenegro, por ejemplo, han sufrido varios jarros de agua fría al posponerse una y otra vez su adhesión: lo último es una “nueva metodología” para dichos países ¿recuerdan el enrevesado lenguaje comunitario? Efectivamente, es lo que están pensando: no es nada bueno; básicamente, ponerse más estrictos en el cumplimiento de los criterios para la adhesión. Y es por ahí por donde va…la cosa (iba a escribir “tiros”, pero no sería afortunado en este momento). A estas alturas, todos sabrán que el actual presidente de Ucrania protagonizó en 2016 una serie llamada “Servidor del pueblo” (curiosamente, el nombre del partido con el que se presentó -y ganó- las elecciones en el mundo real en 2019). En dicha serie el personaje interpretado por Zelenski era presidente de Ucrania por accidente. Pues bien: el mandatario recibe una llamada de Angela Merkel quien le comunica que se ha admitido el ingreso en la UE de su país (no funciona así, pero, en fin, es ficción). Sin embargo, se trata de un malentendido: la canciller alemana pensaba que había llamado a Montenegro. Para que nos hagamos una idea, dicha república es uno de los candidatos que más cerca están de convertirse en estado miembro…y le queda un mundo aún.

4. Lo dilatado en el tiempo y el farragoso del propio proceso de integración en la UE de cualquier estado que aspire a ello, que excluye que Ucrania pueda quemar etapas o saltarse años de trámites y exigencias de la UE. Ello crearía agravio comparativo con los países más avanzados en el camino de la adhesión, como Serbia y Montenegro, que llevan una década intentando acercarse y sufriendo retrasos constantes. Pongamos un ejemplo: Serbia solicitó formalmente la entrada en la UE en 2009. No obtuvo el estatus de candidato oficial hasta 2013. Aun así, las negociaciones para la adhesión no se inician hasta 2014. Llevan siete años y quedan un montón de negociaciones todavía. Ucrania se encuentra en una situación mucho peor. El proceso de integración, en especial para los WB6, se abordará en la segunda parte del artículo a modo de comparación. En cualquier caso, lo que ahora dice la UE -por si no se sabía- es que, bueno, que sí, que apoyo y empatía la que tú quieras, pero sin reformas en las esferas democrática y del estado de derecho, nanay. No vayan a enfadarse los países que llevan años pegando a las puertas…no del cielo como cantó Bob Dylan y versionaron los Guns and Roses, pero casi casi.

5. Por último, y como ya se ha avanzado, la situación de Ucrania -y hablamos de antes de la guerra- era desastrosa, con uno de los índices de corrupción más altos de Europa -solo por detrás de Rusia- y con los más básicos estándares democráticos y de estado de derecho bajo mínimos, a lo que se une la presencia ubicua del crimen organizado. Todo ello la hacen acreedora de una negativa de la UE en toda regla.

Así las cosas, no veremos pronto una UE-28 con Ucrania dentros

Este artículo apareció por primera vez en abril de 2022 en el Blog «mentes Inquietas. Un ágora del siglo XXI»

https://www.mentesinquietas.eu/

Por Antonio Rando Casermeiro

Me llamo Antonio y nací en Santander en 1974, aunque soy, sobre todo, de Málaga. Soy licenciado en Derecho e Historia y doctor en Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales por la universidad de Málaga y quisiera dedicarme a ello. Soy un apasionado desde pequeño del este de Europa, especialmente de los Balcanes y Yugoslavia. Me encantan las relaciones internacionales y concibo escribir sobre ellas como una especie de cuento. Soy apasionado de escribir también cuentos y otras cosillas. Desde 2013 resido en Colonia (Alemania)

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